VI

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En cuestión de segundos, millones de maldiciones empezaron a surgir en mi mente, todas estas iban dirigidas tanto a Harry como a Chester. Finalmente, terminé obedeciéndole a mi "dueño", bajándome así de la reja negra que había intentado escalar. Me percaté en el ardor que sentía en las palmas de mis manos, las que estaban extremadamente rojas. Mierda, dolían muchísimo, y ni siquiera era un dolor que hubiese valido la pena.

Una vez que me encontré de vuelta en el piso, las palabras del excéntrico multimillonario comenzaron a hacer eco en mis oídos. ¿Primera prueba?, ¿De qué diablos estaba hablando?

-¿Me seguiste? -pregunté, ofendida.

-Ven -ordenó él en cambio, ignorándome de la manera más descarada posible-. Volveremos a mi despacho y ahí hablaremos.

No tuve otra alternativa más que seguirlo, y no precisamente porque todo esto fuese a favor de mi voluntad, sino porque sencillamente no quería escuchar sus absurdos sermones, especialmente si consideraba que después me los repetiría.

Mierda. No había lugar a dudas de que ese hombre era jodidamente dominante, que le encantaba tener todo bajo control, y, así mismo, que el hecho de que yo intentase escapar de él debía volverlo más loco que lo que yo podría haber imaginado.

Empezamos a caminar en silencio y en dirección hacia la imponente residencia, manteniéndome en todo momento entre Harry y Chester, el endemoniado perro que no dejaba de mover la cola como si estuviese contento por lo que estaba pasando. Bah, no podía culparlo, no era más que un perro.

Entramos por el ventanal que daba al jardín, justamente donde Trudy me había dejado ir. Agradecí millones que la ama de llaves no se encontrara ahí para presenciar el pequeño espectáculo. Una vez dentro, Chester se desvió de nuestro camino con la más envidiable libertad, en tanto nosotros nos dirigíamos hacia las escaleras para después terminar entrando a la elegante oficina de Harry.

Me quedé de pie, atenta, observándolo como se acercaba directamente hacia el mini-bar a servirse un whiskey a las rocas.

-Siéntate -dijo, tras darle un primer sorbo a su vaso, sin siquiera ofrecerme algo a mí para beber.

Y ahí estaba él. Ese era el Harry que detestaba, el tipo prepotente que lo único que sabía hacer era dar y dar órdenes. Un patán de primera.

-No, gracias, estoy bien aquí -repliqué, solamente por querer llevarle la contraria.

-He dicho que te sientes, Navah -insistió, dedicándome una mirada que parecía echar chispas de los ojos. Solté un gruñido, y acabé dándole en el gusto al dirigirme hacia uno de los sillones rojizos, para que al cabo de unos pocos segundos, él se sentara a mi lado.

-¿Qué es lo que pasa por tu cabeza? -me preguntó con la mirada perdida en su vaso. Fruncí el ceño, sin comprender muy bien a qué se refería-, ¿Cómo mierda se te ocurre intentar escapar? -su voz se contenía, se aguantaba las ganas de gritarme. La mano que sostenía el vaso de cristal temblaba de rabia. Así también era incapaz de dirigir sus ojos hacia los míos.

-Harry, yo... -hablé, siendo interrumpida de inmediato.

-¡Creí que las cosas iban a ir mejor, Navah! -gritó, por fin posando sus orbes esmeraldas sobre los míos.

"Oh mierda", pensaba petrificada, incapaz de atreverme a dejar de mirarlo. El poder que tenían solamente sus ojos era increíble.

-Creí que lo ibas a intentar -agregó, esta vez, bajando el tono de su voz-. Te di una primera oportunidad para que salieras de tu maldita habitación, para luego descubrirte intentando saltarte la reja. ¡¿Qué es lo que sucede contigo?! -y una vez más, volvíamos a los gritos.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora