❅ | 11 | ❅

68.3K 7.5K 1.5K
                                    

Giselle.

«Soy una tonta» me riño mentalmente, recibiendo de lleno las ráfagas de viento. Estoy asustada a más no poder, ¿y es que cómo se supone que debo sentirme ahora mismo?

Mis ojos están fijos en el imponente animal frente a mí. Estoy quieta, mirándolo atenta, esperando sus próximos movimientos. La loca idea de que estoy a punto de ser devorado por esta bestia de pelaje blanco y colmillos sobresalientes me aterra. Sin embargo, la criatura parece no tener intenciones de atacarme. Y todas mis dudas quedan aclaradas cuando lo veo sentarse sobre la nieve del suelo. El aliento que sale de su nariz es visible debido al frío. Suelta uno que otro jadeo silencioso y sus ojos azules, como el azul de un océano congelado, no dejan de observame fijamente.

El corazón me late con tanta fuerza que creo que se me va a salir del pecho en cualquier momento.

La luna se encuentra en su punto más alto, pero es la luz de mi teléfono quien me da la mayor claridad posible.

Trato de colocarme de pie para tratar de escapar de esta situación, pero simplemente no puedo hacerlo, no puedo apoyar mi pie dolorido, y eso me empieza a frustrar.

Sin saber qué otra cosa hacer, me tiro de costado con lentitud sobre el suelo cubierto de nieve, procurando no hacer ningún movimiento brusco que haga a la bestia reaccionar en mi contra. 

«Tal vez si me hago la muerta se vaya» me digo a mí misma mientras recuerdo las enseñanzas de mi padre y me apresuro a hacerlo.

No es un oso, pero tal vez funcione.

Cierro los ojos y me tiro de costado, procurando no moverme, quedarme lo más quieta posible para poder hacerme pasar por muerta. Sin embargo, el temblor de mi cuerpo me delata.

El frío es insoportable.

El viento no para de soplar, haciendo que tiemble aun más. El aire es gélido, horrible. Mi piel está erizada y mis dientes se golpean entre sí, una y otra vez.

Sollozo sin poder contenerme.

Voy a morir. Voy a morir congelada, y en manos de ésta criatura, y no puedo hacer nada para evitarlo.

¿Por qué? ¿Por qué esto me pasa a mí? Debo ser la persona con más mala suerte en el maldito mundo.

Mis ojos se abre en cuando escucho un jadeo porvenir de los labios de la bestia.

Se acerca a pasos lentos y vacilantes, pero no se detiene hasta que está frente a mí. Una de sus manos — o patas — me roza la mejilla, y yo tengo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no partirme en llanto y contener el grito aterrorizado que quema en mi garganta por querer salir.

El calor que su tacto ocasiona en mi cuerpo resulta ser, de alguna manera, reconfortante, pero la agradable sensación se va tan rápido como viene.

Acerca su rostro al mío y contengo el aliento. El calor que emana su cuerpo abraza el mío. Es intenso. Estoy  tan cerca de su cara que puedo ver mi reflejo a través de su mirada azul. Un suspiro profundo abandona sus labios, echando todo el aliento en mi rostro, y entonces vuelve a tocar mi cuerpo. No puedo evitar compararlo con un mono tratando de jugar con un ser humano. Sus manos van de mis brazos a mi rostro y lo escucho soltar un sonido parecido a la típica risa de un simio.

Lo veo recostarse junto a mí de costado, de manera en la que puedo apreciar mejor sus ojos. Su pecho peludo y blanco sube y baja con lentitud, y yo en lo único que puedo concentrarme es en ese intenso calor que me abraza por completo. El frío que hay, que sentía anteriormente, ha desaparecido en su totalidad.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora