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Cassian logró conciliar el sueño pocos minutos después de que me informara que mis palabras le habían causado más daño del que jamás admitiría en voz alta. Yo traté de imitarle, cerrando los ojos y procurando mantener a raya los malos pensamientos que me asolaban tras nuestra discusión, pero el sueño no quería venir a mí... como tampoco querer irse la confesión de Cass.

La situación le estaba pasando factura, estaba sometido a un continuo estrés por el riesgo que corría... y que no solamente se le aplicaba a él. Oíamos los rumores de las ejecuciones por traición; el Emperador no tenía piedad: no en vano, su último asesinato había sido a toda una familia. Incluyendo los niños.

Cassian temía por su familia, por su hermana y su madre. Lo único que le quedaba, su mayor tesoro. Podía imaginar a Silke imaginando el momento en que su hijo aparecería en la puerta de su hogar del brazo de alguna chica, de la elegida.

Jamás hubiera creído que Cassian estuviera sometido a semejante nivel de estrés. Como tampoco era capaz de creer que me lo hubiera estado ocultando tanto tiempo, sufriéndolo en silencio; yo le había contado siempre todo —sin contar con el haber tergiversado ligeramente lo sucedido en mi huida- porque confiaba en él. Miré su rostro dormido y me pregunté si habría algo más que no se hubiera atrevido a decirme.

Los pequeños secretos podían transformarse en enormes muros con el paso del tiempo.

Podían separarnos.

Y Cassian significaba demasiado para mí; no quería verlo marchar de mi lado.

Aún no.

* * *

Fui la primera en despertar a la mañana siguiente. La discusión que habíamos mantenido Cassian y yo me había impedido descansar, por lo que opté por salir del jergón y subí hasta la azotea del último piso; miré al cielo, comprobando que aún quedaban algunas estrellas mientras amanecía.

Corría una ligera brisa que alborotó mis cabellos, obligándome a tener que recogérmelos de manera improvisada. Me quedé apoyada sobre el muro que daba a las calles transitables y observé a un grupo de borrachos intentando regresar a sus hogares; poco a poco, cuando la luz matutina iba ocupando su lugar mientras la ciudad despertaba a mis pies.

Vi un par de casas más allá cómo una familia despertaba. El estómago me dio un vuelco al ver cómo los padres compartían un tierno beso ante las escandalosas risas de su hijo, quien trataba de separarlos con sus apretados puñitos; por unos segundos no pude evitar incluir en esa bonita estampa familiar a Cassian.

Yo le había arrebatado la oportunidad de formar su propia familia cuando creyó que tenía la obligación moral de acompañarme en aquella arriesgada decisión de formar parte de los rebeldes.

Pero estaba dispuesta a enmendar mi error, y esa oportunidad se presentaría cuando regresáramos. Hablaría con mi padre y le haría entrar en razón, alegando que Cassian podría ser fácilmente reemplazado; y cuando mi amigo fuera libre, podría recuperar sus viejos sueños de infancia.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora