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—¿P-por qué tenías q-que casarte con Popotter? ¿N-no te dije que es-se bastardo no te con-conve-convenía?

Sirviéndose otro vaso del whiskey de fuego más fuerte de su alacena, un hombre envuelto en una túnica negra se quejaba y renegaba una y otra vez del destino que le tocó a la mujer que amaba, al amor de su vida. A su Lily.

No hacían más de dos horas desde que vio el cuerpo de Lily en el suelo, sin vida. No hacían más de dos horas desde que su mundo se había terminado de venir abajo, desde que perdió el último rastro de su alma.

Sabiendo que no podía llevarse el cuerpo de su amada, se fue sin siquiera mirar al bastardo de Potter que lloraba en la cuna junto a Lily. De ahí se había ido directo a reclamarle a Dumbledore, y cuando el maldito anciano le echó en cara su parte de la culpa, regresó a su mansión a hacer justo lo que estaba haciendo ahora: embriagarse hasta perder el conocimiento.

Trató de convencerse de que no era su culpa, no por completo.

Dumbledore había prometido que la protegería, y no lo hizo. Voldemort había prometido que la perdonaría, y no lo hizo. Potter debía protegerla, y no lo hizo. Lily había dicho que jamás saldría con Potter, y lo hizo.

Lo único que le quedaba ahora era proteger al engendro de Potter. Al menos así podría hacer algo por Lily. Salvar al hijo que ella murió protegiendo.

—Tú t-tenías que ser mi-mía, joder...

—¿Amo Severus?

Severus miró alarmado a la extraña criatura que se había aparecido de la nada frente a él. Le tomó un par de minutos recordar que era un elfo doméstico, uno de los que poseía la familia de su madre.

—¿Q-qué quieres, Popó?

—Es Pipo, amo Severus.

—Me vale.

El elfo doméstico hizo una reverencia hasta que su nariz tocó el suelo.

—Hay una mujer en la entrada, amo. Dice que está aquí para ver al amo. Dice que es urgente.

Severus abrió la boca para decir algo, pero se le olvidó al instante. ¿Quién diría que un par de botellas de whiskey serían capaces de hacerle eso a su aguda mente?

—La mujer trae a dos crías humanas con ella, amo.

—¿C-crías?

'Bebés'.

—N-no soy el padre.

—¿Amo?

El elfo observó a su amo con preocupación. Desde que se había mudado a la mansión Prince, el amo siempre había sido callado, frío, siempre tenía las respuesta para todo.

Severus se levantó del sillón y salió de su habitación tambaleándose, sin soltar la botella de whiskey.

Llegó al salón recibidor dispuesto a hacer que aquella mujer se largara. Él no había engendrado ningún hijo. La única vez que había estado con alguien había sido en Hogwarts, y era imposible que esa persona estuviera allí, mucho menos con algún hijo suyo.

Miró a la mujer en el salón y su confusión aumentó. Era una mujer afroamericana, no menor de cuarenta años, con el cabello negro recogido en un moño. Vestía una túnica blanca con diseños rojos y amarillos. Traía varias pulseras y collares de colores, y de sus orejas colgaban un par de enormes pendientes de madera.

'Si Dumbledore fuera mujer, seguro se vería así' pensó el hombre mientras avanzaba hacia la... extravagante mujer.

—Buenas noches, señor Snape —saludó la mujer con voz quebrada.

Las Mellizas Prince [Harry Potter/Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora