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El día esta vez había amanecido de buen humor al parecer, después de tantas lluvias, nevadas y días grises éste era el primer día de sol. Era como un día de primavera, un poco más frío sin duda, pero era lindo un despertar.

Las persianas estaban arriba, las cortinas estaban corridas por completo y las ventanas de la sala estaban abiertas de par en par. El sol entraba, calentando e iluminando todo y una ligera ventisca fresca, que traiga consigo el olor a nieve y el aroma a café que inundaba el pequeño departamento.

El moreno se concentró en el lienzo posado delante suyo y mordió la punta del lápiz con sus dientes, analizando bien antes de ponerse a pintar. Movió sus ojos por toda la extensión de tela blanca y cuando se encontró satisfecho se giró a la mesa con ruedas ubicada a su derecha.

La mesa vieja y manchada de todos los colores posibles, rechinaba mientras la acercaba a él, en parte por la vejez y en parte por lo cargada y pesada que estaba. Mark era muy apegado con sus materiales de arte y eso lo volvía un obsesionado del orden. La mesa tenía tres grandes cajones llenos de acrílicos, óleos y potes de acuarelas, ordenados minuciosamente por color y marca, había tarros de pintura vacíos llenos de marcadores de todos los colores y tipos, costosas y viejas latas de lápices apiladas ordenadamente, y dos estuches de tela en donde guardaba con mucho amor todos y cada uno de sus pinceles. Y polvo, mucho polvo.

Estuvo un buen rato decidiendo la paleta de colores que usaría, combinando colores y probándolos en una hoja a parte. Mientras tanto, el chico sentado a mitad del camino entre la cocina y el salón lo miraba encantado, con la cabeza ladeada y una ligera sonrisa más bien adormilada.

Jackson estaba sentado en una silla solitaria en medio del departamento, con su novio en frente pintándolo como ya era costumbre. Había perdido la cuenta de las veces que había posado para Mark, pero no le molestaba en absoluto. Le encantaba ver a Mark haciendo lo que más le gustaba, lo que amaba hacer y a lo que se dedicaba.

Y le gustaba sobre todo porque tenía la libertad de observarlo sin que el otro se diera cuenta, al estar tan ensimismado en la pintura no se percataba de su mirada. Podía ver con atención cada manía suya al pintar, como mordía la punta del lápiz o del pincel, o como los hacía girar entre sus dedos a veces; como se alejaba para tener una mejor persepectiva, como se mordía los labios, hacía puchero o fruncía el entrecejo; o como suspiraba o soplaba su flequillo cuando le molestaba. Le encantaba verlo pintar y la cantidad de expresiones que podía hacer sin siquiera darse cuenta.

Cuando Mark estuvo satisfecho con la paleta de colores conseguida, volvió a incorporarse y a mirar a su novio a metros frente a él. No pudo evitar sonreír al fijarse como lo miraba. Bajó la mirada y dio la primer pincelada.

Decidió que iba a hacer un fondo a penas detallado, de un muy sutil color limón. Se centraría en la parte del pecho, los hombros y su rostro mayormente, luego todo lo demás quedaría en segundo plano. Con manchas haciendo saber que ahí iba cada cosa. El color base tiñó todas las zonas donde había piel, y un color más oscuro en la parte de los pantalones y el cabello. Poco a poco agregó luces y unas ligeras sombras que luego oscurecería más.

Llegó a la mano izquierda, aquella que estaba apoyada naturalmente en su mulso y sonrió suavemente mientras pintaba una sutil línea dorada en su dedo anular, denotando el anillo que decoraba hermosamente su dedo. Aquel anillo gemelo al suyo, que llevaba en la mano izquierda y en el dedo anular también.

Recordaba el día exacto en que vio el anillo en la joyería, era una tarde de primavera donde faltaba poco para que llegara el verano y el calor ya se podía sentir con pesadez, había quedado maravillado con ese anillo a penas lo vio. Era sencillo pero costoso, como si fuera una trenza de tres diferentes tipos de oro, oro blanco, dorado y rosado, y al verlo su reacción ni él mismo la pudo medir. Se volteó a ver Jackson en el mismo instante, y fue demasiado evidente que quedó enamorado de el. Jackson en ese momento había fingido no darse cuenta de su emoción y sólo se rió. Unas pocas semanas después Jackson había aceptado un importante contrato con una línea de ropa interior que venía rechazando hace tiempo, y durante los siguientes dos meses estuvo ocupado con la nueva campaña.

Primavera de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora