Capítulo 13

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Eran muchas las preguntas que pasaban por mi mente, muchos los recuerdos que intentaba ensamblar para elaborar alguna teoría verosímil que explique lo que estaba sucediendo. Sin embargo, durante esa larga y detallista cavilación, no consideré a la criatura. No sé por qué presupuse que ese ser de piel verdosa y un poco plateada, de ojos increíblemente grandes, que estrelló su nave contra el desierto, no tenía ninguna importancia en la trama de los hechos que estábamos viviendo y que su participación en esta historia había terminado. Quizá la presencia y la imponencia del predicador, su manera grandilocuente de convencernos de su poder y su relación con el planeta que había destruido la Tierra, nos había embelesado, y no nos dejaba sospechar que, por encima de él, hubiera algo que realmente estaba determinando nuestro destino y que ese algo no era tampoco el planeta destructor. Esta ligera sospecha, aunque todavía no se había convertido en una convicción, me hizo pensar en algunos detalles que no se correspondían con la humanidad del predicador, ni con la naturaleza de Hercólubus: el material con el que fue construido el refugio. Evidentemente, no provenía de nuestro planeta. El refugio había resistido a la destrucción completa de la tierra. Y no sólo de la tierra, sino de todos los planetas del sistema solar. Aquella fuerza que se desató sobre todas las cosas, que desintegró, incluso, al sol, empujó al refugio hacia el espacio exterior, lanzándolo a un naufragio que parecía irremediable, pero no lo dañó. Hasta los búnker antiatómicos más avanzados, capaces que soportar una bomba atómica, o incluso una bomba de hidrógeno, se hubieran desmantelado fácilmente en medio de este cataclismo.No imagino ningún material, ninguna tecnología humana, que pueda resistir el Apocalipsis. Pero si aquella criatura estaba presente, de alguna forma, en el desarrollo de los acontecimientos, toda esta cadena de hechos que nos llevaron a nuestra situación actual podía tener un significado que hasta ahora a nadie se le hubiera ocurrido proponer. Por ejemplo, cabía preguntarse si la llegada de la nave había sido accidental; si la desintegración de nuestra comunidad, dividida en logias y grupos que se combatían, no había sido prevista por la criatura o si sus declaraciones tenían simplemente la finalidad de prevenirnos de la catástrofe. Además, y esto creo que es lo más relevante de todo: la criatura había desaparecido.

Muchos miembros de la comunidad murieron en las batallas, y fueron largos y crueles aquellos días de violencia, pero nadie mató a la criatura. De hecho, no hemos vuelto a verla durante las etapas más intensas del conflicto. Aunque fuera difícil de olvidar, por el tamaño de sus ojos, y porque la manera como incorporó nuestro idioma denotaba una inteligencia muy superior a la humana, nadie advirtió su desaparición ni indagó seriamente en los posibles y reales motivos por los que esa criatura había interrumpido el desarrollo normal de nuestras vidas.

Hercólubus, el destructorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora