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Giselle.

Mi vista está fija al frente mientras trato de pensar en la forma de iniciar esta conversación.

Estoy a punto de entrar nuevamente en este extraño mundo del que mi padre me hizo forma parte desde pequeña, y si este es el precio que tengo que pagar para estar con él, voy a aceptarlo.

El silencio tira entre nosotros mientras estamos en su auto, el cual ha aparcado a un lado de la carretera hace alrededor de diez minutos. Quiero decir algo — lo que sea —, pero ninguna palabra es capaz de abandonar mis labios, todas parecen ser ajenas a mi vocablo. No sé por dónde empezar exactamente. Quiero saber cómo es posible que pueda transformarse en esa bestia. Quiero saber si hay más de su tipo, si él es una especie de experimento que salió mal, si su ADN está mezclado con el de un chimpancé, o si él es una mutación o algo así, tal y como salen en los libros de ciencia ficción.

— ¿Quieres salir a dar una vuelta? — Es él quien decide romper el silencio y, por primera vez desde que entramos a su auto, lo miro.

Sus ojos azules se encuentran con los míos marrones y no puedo detener la pequeña sonrisa que tira de la comisura de mis labios.

— Claro — asiento; sin embargo, él sigue notándose tenso.

Chase me entrega el abrigo que se encuentra en el asiento trasero y, a pesar de ya estar abrigada y que puedo sentir su calor por todo mi cuerpo, me lo coloco de igual forma. Su aroma delicioso no tarda en abrumar mis sentidos.

Ambos salimos del auto y comenzamos a caminar muy cerca el uno del otro, cerca de la carretera poco transitada. Estamos tan cerca el uno del otro que su hombro roza el mío. No sé en qué lugar nos encontramos con exactitud, pero tampoco me importa, lo único que me interesa es hablar sobre él y sobre mí; sobre nosotros.

Dejo salir un suspiro y decido decir algo por fin:

— ¿Cómo es que siempre tienes abrigos en tu auto si no los necesitas? — Pregunto, y quiero golpearme por la estupidez que he dicho.

« Genial, Giselle. Gran forma de iniciar con todo esto»

Chase me mira con el ceño fruncido, viéndose divertido por mi pregunta.

— Tengo que disimular un poco, ¿no crees? Y, bueno, como no lo necesito suelo dártelos — responde simple.

— Aún tengo el que me diste cuando... ya sabes... — Dejo la oración inconclusa y Chase no tarda en asentir, dando a ver que sabe a lo que me refiero.

Nos quedamos unos segundos en silencio, viéndonos, y lo examino. Alto. Cabello blanco. Ojos azules. Sonrío.

— Alto. Cabello blanco. Ojos azules... — Susurro, describiendo las características que le dí para describir a la bestia cuando fue a verme después de perderme en el bosque.

— Muy obvio, ¿no?

Asiento.

— Tal vez demasiado.

Me sonríe, dando un paso en mi dirección, acortando un poco más nuestra distancia.

— Chase, yo he estado pensando en lo... nuestro comienzo, y puedo notar como algo en su mirada cambia.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora