Capítulo 8: Ni cerca ni lejos

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***Sonnet***

Corría sin parar. No podía sentir nada más que la desesperación. No sentía el frío. No sentía el cansancio luego de correr una enorme distancia. Legué después de aproximadamente diez minutos a la universidad de Lyra. Me sabía su horario, sabía en qué clase estaría en ese momento.

Sería la hora de la verdad. Me encontraba frente a la puerta de su clase. Era la clase número cuarto. Si ella se encontraba ahí, sentiría el alivio más grande de la vida. Si no se encontrara ahí... no sabía lo que pasaría en el futuro.

La puerta era de madera. La universidad era algo vieja, formal y prestigiosa. Los pasillos tenían piso blanco... el vacío se sentía por doquier. Abrí la puerta de golpe, aguantando el aire, sin saber qué esperar.

Todos se me quedaron viendo. La busqué con mis ojos desesperadamente. La busqué con mis ojos, que poco a poco se llenaban de lágrimas nuevamente. El profesor me observaba en silencio, con una mirada juzgante. El resto de estudiantes no quitaban su vista de mí. No pude aguantar, salí de la clase.

A pesar de que el clima estuviera bien, la pesadez en el aire, y el pasar del tiempo se hacía insoportable. Veía las luces de los postes empezar a iluminarse, conforme la noche dominaba las calles de la ciudad. Mi celular no paraba de vibrar, Serina llamaba constantemente.

—Esto no puede estar pasando... —pronuncié en voz baja.

Mis lágrimas no dejaban de caer, los nervios hacían que mis manos y piernas no pararan de temblar. Un escalofrío de enojo e impotencia atravesó mi cuerpo. Tomé el primer autobús que iba hacia el vecindario de Lyra.

Miles de pensamientos agitaban mi cabeza como una colmena de abejas. Sentía los fríos tentáculos de la realidad asfixiarme, estrangularme y probar hasta dónde llegarían mis límites. ¿En dónde diablos estaría Lyra? ¿Se encontraba bien?

Llegué a la parada, corriendo a toda velocidad por el tranquilo vecindario de Lyra. Estaba por llegar a su casa. En una de las casas, al otro lado de la calle, hubo algo que me llamó la atención.

Había un chico de mi edad, de cabello arreglado y negro, compostura atlética, camanances, y una mirada muy inteligente. Estaba sentado en una silla, en el jardín de la casa del frente. Estaba tomando un batido de fresa.

Me pareció algo conocido, pero no recordaba de dónde carajos sabía de su existencia. No lograba conectar... ¿de dónde había visto aquella cara tan peculiar? No había tiempo para pensar, tenía que llegar a casa de Lyra y hablar con sus padres.

Llegué al fin. Su madre abrió la puerta.

—¡Sonnet! —saludó sonriendo.

Conforme cada segundo pasaba, su sonrisa se apagaba más y más... hasta que se transformó en una profunda cara de preocupación.

Entré a la casa.

•—Empezar Música—•

—¿Dónde se encuentra Lyra? —interrogué, las lágrimas ya se habían secado.

Su expresión cambió de nuevo al darse cuenta de que la situación tendría que ver con su hija.

—¿Qué pasa Sonnet? ¿Qué pasa con mi hija? —consultó acercándose rápidamente hacia mí.

Dejé de buscarla con mis ojos, sabía que no estaría en casa... Hice una pausa. No sabía qué sucedía con Lyra. ¡No podía responder a su pregunta! Ella empezó a llorar, al ver mis lágrimas ser presentes de nuevo.

—¡Dime qué pasa! —exclamó agitándome.

—No lo sé... ¡No sé dónde se encuentra ella! —revelé.

La televisión en la sala, no muy lejos de nosotros, estaba encendida. Tenía el volumen alto, por lo que podía escuchar. Nos acercamos al ver una cara conocida. Serina se encontraba siendo entrevistada, mientras que en el fondo estaban todos los estudiantes conmovidos, siendo interrogados por la policía.

—¿Puedes decir lo que sucedió exactamente? —preguntó el entrevistador, acercando el micrófono agresivamente a Serina, quien seguía en shock. Ella tenía los ojos rojos, estaba temblando.

—Frederick... él vino... y... —La madre de Lyra se acercó a la televisión.

—¿Frederick? ¿El exnovio de Lyra? —cuestionó agresiva.

Decidí guardar silencio. No podía hablar al recordar lo que había visto hacía algunos minutos. No podía hablar gracias al grueso nudo en mi garganta... el cual no hacía más que crecer y crecer.

Serina describió lo que había sucedido. La madre de Lyra se sentó en un sillón, como si hubiera perdido toda energía. Luego de unos segundos tomó su celular y llamó a su esposo, caminando hacia la cocina. Yo... simplemente estaba sentado, viendo hacia los pixeles. Me sentía mareado, tenía unas terribles ganas de vomitar.

En uno de los sillones de la casa de Lyra, uno de los sillones en los que habíamos pasado por tanto juntos... cuando éramos más jóvenes y cursábamos el colegio. Ahora todo se sentía vacío de repente, y ni siquiera sabía si ella se encontraba viva o muerta.

Estar tan lejos de mis amigos y mi familia... pero tan cerca. Ese sería un nuevo tipo de tortura.

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El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora