Capítulo 25: Lágrima de cristal

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***Lyra***

Duke abre la puerta y empieza a bajar las escaleras. Trae consigo una bolsa blanca llena de objetos. Además de esto, me llega un olor delicioso. Huele a comida, a hamburguesa. Mi estómago empieza a sonar, y la boca se me hace agua. Trago.

—¿Quieres comer? —pregunta.

—Sí —suplico.

—Bien. —Saca la hamburguesa de su envoltorio, y me alimenta. Muerdo, y mi estómago pide más, y más. La devoro en segundos. Me quedo en silencio.

Él retrocede. Está de pie, sacando cosas de la bolsa. Hay pinturas y maquillaje. También hay arena, o algo parecido. No logro identificar lo que es. Aparte, saca algunos instrumentos quirúrgicos. Me asusto al ver esto.

—¿Estás lista para empezar? Ya no puedo retrasar esto más. Ya mi tío y Quinn nos atrasaron lo suficiente. —Él se acerca, y se sienta frente a mí.

—¿Acaso eres estúpido? ¡Jamás estaré lista para esto! —exclamo con fuerza.

—Lástima. —Él toma las pinturas y el maquillaje. Acerca otra silla, y pone todo en ella, para poder tenerlo a mano.

—¡¿Qué me vas a hacer?! —Grito desesperada.

—No lo sé, la verdad. Es la primera vez que concurso en esto —explica, levantando los hombros.

—Por favor Duke... —digo, tratando de convencerlo. Tengo que tocar sus emociones, tengo que lograr que se ablande, aunque sea un poco—. Ambos sabemos que tú no eres así...

—Oh, Lyra... Tú no me conoces para nada —mofa.

Se acerca, toma pintura blanca y un pincel.

—En la escuela de actuación hay un curso de maquillaje. Por dicha para ti, fui a todas las clases, y aprendí mucho. —Sonríe mientras pone el pincel en mi piel.

Está pintando mi cara. Me intento mover. Él se enfada mucho. Me agarra la pierna, apretándola y lastimándome.

—Quieta. ¿Sí? No quiero que quedemos como ridículos en el desfile —replica molesto.

Siento la fría pintura, y el pincel deslizarse por mi frente y mejillas. Estoy llorando suavemente, no puedo hacer nada... y cada vez mi destino se ve más oscuro.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —Se levanta—. ¿Puedes dejar de cagarla? ¡Cállate!

Cierro los ojos con fuerza. Él pinta totalmente mi cara de planco. Me hace una cola de caballo con mi cabello hacia atrás, para que nada interfiera con la pintura, la cual huele a que es duradera, y de alta calidad. Me deja secando, mientras camina de manera inquieta. Toma agua, y me da un poco. Se detiene frente a mí, observándome detalladamente. Está pensativo

—¿Qué haré...? Simplemente maquillar no es suficiente. —Está disgustado.

Se acerca, pasando su mano agresivamente por mi cara, comprobando que esté seca. Toma la pintura negra y empieza a pintarme los labios, las mejillas, y triángulos en la piel debajo de mis ojos.

Sonríe satisfecho. Corre hacia la bolsa, y rebusca entre los objetos. De ahí saca un espejo redondo. Se acerca.

—¿Lista para verte? —cuestiona.

No respondo.

•—Empezar Música—•

Él pone el espejo delante de mí. Mi reflejo hace que tenga una mezcla de sentimientos muy extraña. Me duele la cabeza muchísimo, y una jaqueca me domina. Los labios y triángulos negros me causan una terrible impresión. Me veo hermosa... pero atada, reprimida, y un odio se enciende en mi ser.

—Oh, espera. Tengo que retocar con negro el labio. —Él está tocándome la cara de nuevo.

Me pongo furiosa al ver que hace esto. Le muerdo la mano con todas mis fuerzas. Siento la carne abrirse entre mis dientes, y mi mandíbula duele al morder tan fuerte.

—¡Ah! —grita, tirándose al suelo. Siento el sabor a sangre llenar mi boca. Él sangra muchísimo, hay sangre en el suelo, en mi ropa, y en mi cara.

Él se levanta.

—Ya sé qué te voy a hacer —confirma, con los ojos abiertos, y respirando agresivamente.

Cierra su puño y me pega un golpe en seco, como ningún otro, en la mejilla, debajo de mi ojo. Es un golpe tan firme y fuerte que hace que la silla caiga hacia atrás. Siento que me ha abierto la piel. Siento sangre salir de la herida, y se me está inflamando rápidamente. Estoy en shock. Respiro hiperventilada, estoy llorando.

Él me levanta de la silla. Mis lágrimas caen junto con la sangre. Esa parte de mi cara se infla, y tengo un dolor caliente y punzante en la herida.

—¿Payasita? De payasita no tienes mucho. No eres graciosa, ni feliz. Serás una payasita triste y deprimida, será un perfecto reflejo de tu vida diaria, de tu maldita vida aburrida, de tu tristeza profunda. ¿Crees que no lo había notado? ¿Crees que no reconozco a alguien con un alma drenada como la tuya? Alguien que sobrevive el día a día, que ya no tiene esperanza alguna... —Camina en círculos, viendo al suelo. Está cubriendo su enorme herida con la camisa—. Ya verás...

Siento más nervios que nunca. Él sube las escaleras para tratar su herida. Mi mejilla se ha hinchado a tal punto en el que me cuesta ver con mi ojo izquierdo. El sabor a sangre me hace querer vomitar. Las manchas se están expandiendo despacio por toda mi ropa...

Él baja corriendo, con una toalla blanca cubriendo su mano, la cual sigue goteando. Su cara transmite un odio indescriptible.

—Vamos a seguir con tu puta transformación, y tú me vas a ayudar. —Se acerca.

—No... no lo haré. —Estoy colérica.

—Oh, pero claro que sí —dice—. O me ayudas, o te mueres de una infección, o algo así. ¿Crees que te elegí así porque sí? No tengo conocimientos de medicina. Tú sí, y me vas a ayudar.

—¡Maldito! —grito. El hecho de que me agrediera físicamente de tal manera hace que ya no me importe nada.

—Ahora... ya te abrí el espacio en la mejilla. Como serás una payasa triste, necesitas una lágrima. ¿No? La cosa es que... ¿de qué material la hago? Silicón es muy barato y feo... creo que es mejor vidrio. —Está rebuscando entre las bolsas.

Su mano deja de sangrar, pero le tiembla mucho. Me asusto por lo que dice. ¿Acaso planea meterme un tozo de vidrio en la mejilla? De la bolsa saca un adorno grande totalmente hecho de vidrio. Es de una sombrilla color naranja y gotas transparentes bajando del interior de la misma, de aproximadamente dos centímetros cada una.

—Como esto sirve. ¿Verdad? —Hace fuerza para arrancar una.

Lo logra, y todo el adorno cae al suelo, quebrándose en mil pedazos.

—¿Sirve, o no sirve? —pregunta de nuevo—. Dime si sirve, o sino veremos qué más puedo meter en ese hueco.

—Sí... —respondo con terror.

Ya era muy tarde para lo que fuera... ya no habría vuelta atrás.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora