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Capítulo 5

Evan

El lunes por la mañana, me levanté más animado que nunca. Había asistido el fin de semana a la cafetería pero Amelia no trabaja esos días, por lo que me dije a mí mismo ‒y al calendario de mi celular‒ no ir a la cafetería los sábados y domingos.

Sabía que ella estudiaba en el instituto porque me lo dijo, así que presté mucha atención desde el momento en que bajé de mi auto.

Había estado pensando en ella todos los días y no podía dejar de preguntarme si tendría novio. Supongo que no, porque, por lo que sé, se acaba de mudar. A menos que tenga novio en su otra ciudad, o instituto.

Vamos, tenía que pensar claramente y no ser positivo todo el tiempo.

Ella era hermosa y cualquier chico se fijaría en ella, desde aquel estudioso que no despega la nariz de sus libros, hasta el niño fresa que se cree la octava maravilla. Sus ojos eran malditamente hermosos y te dejaban en un estado de shock completo.

Entré en el instituto girando mi cabeza a todos lados para ver si podía verla. Pero era un mar de gente. Resignado y con el reloj encima, decidí encaminarme a clase, sin dejar de prestar atención en ningún momento a mis alrededores.

Estúpido. Si tan sólo supiera cuantos años tenía, para saber en qué se edificio se encontraba. Tal vez era una de aquellas que tenían quince años y acaban de entrar justo este semestre. Después de vagar y no poder alargar mí paseo, decidido entrar a clase.

Y no pude tomar una mejor decisión. Amelia estaba sentada en uno de los asientos de en medio, anotando algunas cosas en su cuaderno, parecía no ver a nadie a su alrededor. Un chico estaba por sentarse alado de ella y lancé una mirada cargada de una fuerte advertencia en su dirección. Él captó la indirecta y se retiró con las manos en alto y con una sonrisa socarrona.

Él sabía que no le haría ningún daño físico, y probablemente pensara que estaba "apartando" a la chica para mí.

Avancé rápidamente para ubicarme a su lado y poder platicar con ella. Por supuesto, no se percató de mi presencia, pero deseaba que lo hiciera en algún momento, y me reconociera. No esperaba que recordara mi nombre pero al menos mi cara.

En algún momento, mientras la miraba disimuladamente, el profesor entró dando un fuerte portazo para hacer saber que estaba ahí.

Ella cerró su libro y resistí voltear a verla pero me fue imposible. Esta vez, sí lo notó. Me sonrió y volvió a ver hacia el frente. Podría haber saltado de alegría en esos momentos. Por más tonto que fuera, nunca me había sentido tan feliz de que alguien me recordara.

Estaba siendo un completo idiota cuando estaba cerca de ella, pero tenía que controlarme. Ninguna chica me había puesto nervioso de esa manera, siempre era todo lo contrario.

El maestro comenzó con su clase, gracias a Dios me va bien en francés, así que no tengo que poner mucha atención. Estuve mirándola de reojo toda la clase. Hoy llevaba unas coletas muy monas, que la hacían parecer más pequeña. La chica prestaba toda la atención en la clase y anotaba a toda prisa. Se veía tan linda, y nerd. Tal vez sólo era dedicada.

Ni siquiera la conoces. Sabía que mi subconsciente tenía razón, esa parte recóndita de mi cerebro siempre la tiene, pero estoy decidiendo ignorarla. Jamás había sentido tal curiosidad por alguien y averiguaré por qué lo siento.

La campana sonó y Amelia salió corriendo mientras metía sus cuadernos, pareciera como si fuera tarde a su clase, aunque teníamos unos cinco minutos de descanso entre cada una.

En la siguiente hora tenía literatura, y rogué al cielo para que me tocara con ella de nuevo y poder hablar con ella al salir. Perseguirla si era necesario, o algo por el estilo.

Llegué y estaba al frente, me senté en uno de los bancos alrededor, porque si me sentaba a lado o atrás, se vería más que obvio y estoy tratando de disimular.

La señora Rodríguez, una mujer de unos 47 años, entró al salón muy animada. Llevaba su cabello recogido y relamido como siempre.

Era la maestra que más me agradaba, a pesar de ser mayor, era la personificación del sarcasmo y siempre ponía en ridículo a todo aquel que no prestara atención o simplemente no le agradará.

Rodríguez comenzó con su clase, y aun sabiendo que podría pasar el ridículo, no dejé de mirar a Amelia. Antes de darme cuenta, tenía a la profesora parada frente a mí.

‒Señor Handler, sé que la señorita Clare es una chica muy linda, pero si dejara de mirarla en mi clase y se dignara a poner atención, sería muy amable de su parte. Si no, me temo que tendrá que salir del aula. Continuando, esté mes leeremos una novela de misterio...

La maestra se dio vuelta y comenzó a dar las instrucciones.

Mierda.

Sólo a mí se me ocurre hacer una tontería como aquello, desafiando a Rodríguez. Miré a Amelia. Estaba toda roja mientras apuntaba la información en su cuaderno. Vaya. ¿Cómo puede una chica ser siempre tan hermosa?

Cuando vi alrededor, muchas de las chicas la miraban mal. Ella pareció darse cuenta de eso, porque se soltó las coletas y cubrió su rostro con una cortina de cabello.

¡No!

La campana sonó y tomé el brazo de Amelia antes que saliera corriendo, como supuse que hacía en todas las clases. Ella se detuvo y me sonrió, esperando que dijera algo.

‒Perdón por ponerte en ridículo. ‒ ¿No pudiste decir algo más inteligente?

Ella negó con la cabeza, como si el que un tipo la estuviera acosando en clase, fuera de lo más normal.

‒Sólo no me mires en clase, si quieres hablar conmigo, sólo hazlo Evan. ‒Dicho esto, se fue del aula. Me quedé en completo shock. Ella recordaba mi nombre. Quería creer que era especial, o que simplemente, no sé.

Amelia regresó, se paró en el marco de la puerta y sonrió con sus perfectos dientes. Y como para traerme a la realidad, dice:

‒Soy buena con los nombres.


Ni siquiera conozco tu nombre (Coffee Shop #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora