Capítulo 08

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T E S S A N D R A

Algunas enfermeras sonríen al verme y asienten en mi dirección cuando entro al hospital. Recorro las instalaciones y le pido un pase a la enfermera que está en la recepción, ella solicita mi identificación antes de entregarme la cartulina de color azul con la palabra «visitante». Ya me conocen, de todas formas, tienen que seguir el protocolo.

La sala de quimioterapias es una de las habitaciones más divertidas, los peces cuelgan del techo y en las paredes están pintados los tentáculos de un pulpo, los cuales terminan detrás de cada sillón, simulando que atrapan a la personita sentada ahí. Son ocho sofás en cada cuarto, cuatro de un lado y cuatro del otro.

Lili está sentada en el número tres, mi madre se encuentra conversando con la enfermera Mildred, me dirijo a la silla desocupada al lado de mi hermana y me dejo caer. Ella esboza una sonrisa que llega hasta los ojos.

—¿Rowdy te visitó hoy?

—Sí, se quedó un rato, pero se fue porque tiene mucha tarea.

Rowdy Willburn es el amigo de Lilibeth, lo conoció en este hospital. Tenía cáncer de piel, afortunadamente venció la enfermedad e hizo que decenas de luces iluminaran el hospital. Ahora viene casi todos los días a visitar a mi hermana, o va a la casa. Son inseparables.

Él era un niño bastante solitario y serio, tanto que las enfermeras se sorprendieron cuando este empezó a hablar con Lili, y no solo eso, dejó de hacer pataletas y de ser grosero.

La veo tragar saliva, conozco ese gesto. Tomo su pequeña mano con rapidez y entretejo nuestros dedos. Lili los aprieta con mucha fuerza, mi mano duele y siento que sus dedos van a fundirse a los míos, pero no me importa porque sé que le duele muchísimo más y solo traga saliva para aguantar.

Cierro los párpados hasta que el apretón se suaviza, no soy capaz de ver su logro nublado por el dolor, eso sí que no puedo soportarlo. La impotencia y la amargura me rompen el corazón.

De pronto, sus ojitos se iluminan. Se escucha una trompeta y el dolor pasa a segundo plano. Todos guardan silencio y se carcajean cuando entra un payaso con nariz de plátano. La psicóloga del hospital ha implementado una medida para que las quimioterapias sean llevaderas y que los niños y padres no caigan en depresión. Además de las consultas personalizadas, está la risoterapia. Y funciona, hasta el niño más duro sonríe, hasta yo termino carcajeándome al final. Cuando ellos están se te olvida que te encuentras en un hospital.

Cuentan chistes, hacen formas con globos y realizan actividades para que los niños participen. Los fines de semana vienen y hacen el espectáculo, pasan a todas las salas y habitaciones a entregar dulces y a hacer reír a las personas. Si me preguntaran cuál es una de las profesiones más hermosas, diría que esta. Hacer que alguien que sufre olvide su dolor, seguramente es maravilloso.

Gardenia © ✔️ (TG #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora