Capítulo 49: Sangre

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—¿Con qué quieres comenzar? —consultó el doctor Ángelo— El primer alimento será de tu elección.

—No quiero hacer esto. —Movía mi cabeza, alejándome de ellos.

—Tienes que hacerlo, Sonnet. Tenemos que ganar el desfile macabro, tienes que hacerlo para ver a tu amiga. —Tricia insistió.

—Decide rápido. —El doctor vio el reloj en su muñeca—. Tengo que ir al hospital pronto.

—Proteína... —respondí.

—Proteína será. —Tricia caminó hacia la mesa.

El doctor sacó una carpeta negra muy ordenada de su maletín. La puso en la mesa.

—Aquí están todas las cantidades que necesita. No falles, Tricia. —Él la vio directo—. Es tu tarea.

—Está bien, doctor. —Ella confirmó, empezando a hacer mi alimento.

Abrió la hielera y sacó la bolsa de sangre. La abrió con un cuchillo y empezó a verter el denso líquido en la licuadora. El olor llenó el lugar.

—Mañana vendré a la misma hora. —El doctor se retiró con su maletín.

—Adiós, doctor Ángelo. —Tricia siguió preparando la sangre.

Luego de haber vertido la sangre, tomó el tarro de proteína y puso la cantidad del polvo necesaria, midiéndola con cucharadas. El sabor de proteína era de vainilla, de esas que olían tan fuerte que hacían que me doliera el estómago... y mezclado con sangre, el olor era tan asqueroso que me provocaba ganas de vomitar.

Lo sirvió todo en un vaso plástico grande. El color era medio cremoso y tenía burbujas. Lo acercó hacia mí, viendo hacia sus interiores.

—¿Quieres un sorbete? —preguntó.

—No lo sé... —Me daba asco la idea de ingerir el "alimento".

—A ver, prueba. —Tricia me acercó el vaso a la boca.

—Por favor —gemí disgustado.

—No seas así, Sonnet. —Tricia abrió sus ojos, retirando el vaso—. No me hagas hacer esto por las malas.

—¡Es imposible que tome eso! —exclamé—. ¡Por favor!

—No quiero que me lleves al límite, Sonnet. —Ella caminó en círculos—. ¿Qué puedo hacer para que te sientas más cómodo?

—No hay manera de que lo haga. Lo siento —negué con fuerza—. ¿Por qué quieren que tome esto? Eso no es un cambio físico que podrán ver los del desfile.

—No estás en posición de reclamar cosa alguna. —Tricia habló, seria—. No tienes por qué saber todo, tienes que cooperar y todos saldremos ganando. Si no quieres tomar esto... esperaré a que estés muriendo de hambre, y una vez que eso pase... ya no seré la misma.

—Está bien. —Respiré hondo—. Está bien...

Ella sonrió. Se acercó con el vaso. Sin pensarlo cerré los ojos y le di una probada a la mezcla. Sabía asquerosa.

—Espera... —Las ganas de vomitar incrementaron.

—¿Qué? —cuestionó levantando una ceja.

—No tan rápido, intenta de nuevo. —Aguanté las ganas.

Sentí el líquido entrar en mi boca. El olor a sangre llevaba mi garganta y mis fosas nasales. Se sentía muy extraño ingerir la sangre que una vez estuvo en el cuerpo de otra persona. ¿De dónde sacaban la sangre? ¿Acaso el doctor la traficaba, robándola del hospital? ¿Acaso mataban personas para esto? No pude más.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora