Capítulo 53: Clases de costura

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Estoy en el auto. Guardo la pistola en la guantera. Me veo al espejo y sonrío, pero muy en el fondo... algo no está bien.

Me siento algo solo.

Intento no darle importancia al sentimiento, pero algunas veces, incluso a plena luz del día, decide atacarme. Sé que estoy solo, siempre lo he estado. Nadie nunca me ayudó o estuvo ahí. Sé que puedo sobrevivir al qué vendrá, así como he sobrevivido al quién soy yo, al dónde estoy, al qué quiero exactamente.

Estoy cerca de una tienda de costura, según veo en mi celular. Tengo dinero en efectivo y también en mi tarjeta; aunque sería estúpido usarla... sabrían en dónde me encuentro. Conduzco hacia ahí; es un poco más al centro de la ciudad de lo que esperaba. Salgo del auto y camino hacia la tienda.

Entre la gente que pasa puedo ver algo que me molesta. Es aquel chivo vestido de negro, el que estaba con el corpulento y la gótica. Él está vendiendo drogas, o eso parece. Me acerco. Estoy vestido de rojo... él me reconoce.

—Hola, amigo —saludo, casual.

—Aléjate. No quiero problemas contigo. —Otro Desvarío está con él. Es quien le está comprando.

—No vengo a buscar problemas, vengo por curiosidad. ¿Qué tienes por ahí? ¿Cocaína? —consulto, toqueteando su cuerpo.

—Aléjate, repito. —Él me ve de manera desafiante, retrocede.

—Nadie tiene que salir herido... —Saco mi navaja—. Aquí mandamos los Oníricos. Pueden ir a otra ciudad si quieren.

—Ya nos vamos —habla él—. Terminaré esta venta y ya.

—¿Cómo te llamas, cariño? —puedo ver que algunos de sus gestos son delicados.

—Jael —responde seco—. Listo; ya nos vamos.

—Qué fáciles son —concluyo. Rio en voz alta—. Son unas gallinas, no quieren ni dar pelea.

—Sé quién eres, Duke. Todos sabemos quién eres. Todos sabemos lo que has hecho... no te conviene causar más problemas de los que ya tienes. —Él está plantado en lo que dice, parece seguro, e inseguro al mismo tiempo. ¿Podré acaso tambalear sus aguas? Probar sus límites...

—Tienes razón, Jael. Ya me voy, al igual que ustedes —digo, volteándome.

—No vendré más por aquí. No quiero causar problemas —menciona.

—Bien dicho. —Él se empieza a alejar junto al otro. Siento mi corazón palpitar con adrenalina. ¿Cómo se saldrá con la suya, así como así? ¿Un estúpido Desvarío?

Me volteo de nuevo y le clavo la navaja en su espalda, cerca de sus costillas.

—¡Ah! —Suelta un gemido de dolor. El otro imbécil se me lanza encima y la navaja cae al suelo. Él me intenta golpear, pero soy más fuerte. Me posiciono encima de él y lo golpeo más y más.

Jael empieza a gritar por ayuda. La gente corre en lugar de ayudarle. Sé que tengo la pelea ganada. Una victoria más para los Oníricos. Me aparto del Desvarío, quien corre a rejuntar a Jael del suelo. Hay un charco enorme en el suelo y él está llorando, está completamente desgarrado, casi no puede respirar.

—¿Ya aprendieron? —Lanzo una carcajada—. ¿Ya vieron que aquí no tienen poder? Si regresan; y espero que no lo hagan... morirán.

—Te pudiste haber ido, Duke... —Jael exclama entre llantos—. Y no lo hiciste... desearás no haber hecho esto...

Ellos se van. Las personas están viendo la escena y nadie hace nada. Me siento bien... me siento poderoso. Camino entre la gente, entre quienes me disipo en segundos. En unos minutos todos han vuelto a la normalidad, caminando sobre el charco de sangre, siguiendo con sus estúpidas y superficiales vidas.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora