✨Capítulo 26✨

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—¿Qué? Dime que es una broma —susurró Susana mientras estaban en clase.

El profesor les había dado diez minutos a los alumnos para que trabajaran en un resumen, por lo que podían hablar libremente. Becca asintió sin dejar de mirar a Allen a lo lejos.

—No, no es una broma —contestó Becca mientras jugaba con su lápiz—. Hemos tenido una especie de citas, y fue mucho mejor de lo que esperaba. Y no es que quiera apresurar las cosas, pero siento que Allen poco a poco dejará atrás esa máscara de frialdad y oscuridad. En realidad, es más tierno de lo que crees.

Susana frunció el ceño.

—Bueno, por cómo te mira puedo darme cuenta de que no le eres indiferente, pero si las cosas al final no salen como tú quieres, ¿lo podrás soportar? Nunca te he visto tan emocionada, tan feliz, tan...

—¿Enamorada? —interrumpió Becca—. La verdad es que ya siento algo por Allen, fue inevitable...

—Lo que tú digas. Pero, de cualquier forma, ten cuidado —apuntó la rubia teñida—. Y, por cierto, ayer me encontré a Ryan en el supermercado.

—Vaya.

—Sí, y déjame decirte que en definitiva él está celoso de tu Allen. Me preguntó sobre qué tipo de relación tienes con él.

Becca se mordió el labio inferior. No le extrañaba aquello, Ryan siempre había sido un poco posesivo con ella, al menos cuando iban al instituto.

—¿Y no le dijiste la verdad, cierto?

Susana negó divertida.

—Por supuesto que no, pero aun así lo vi bastante celoso. Yo creo que tú le gustas y te quiere en secreto —masculló su amiga.

Becca frunció el ceño y se encogió de hombros. No estaba segura si lo que decía Susana era verdad, pero si así fuera, entonces tendría que hablar con Ryan, pues no quería perder su amistad y alejarse de él. En verdad apreciaba y quería mucho a su amigo.

La joven asintió y volvió a mirar hacia Allen, quien había vuelto la mirada hacia ella. Conectaron sus miradas y ella sonrió, y aunque no fue una sonrisa abierta como la que le había regalado el otro día en el parque, él levantó la comisura de su boca en una media sonrisa. Entonces parpadeó y bajó la mirada sonrojada. Su corazón palpitaba fuerte, pero no era para menos, aquello era nuevo.

En ese instante acabó la clase y antes de que Becca pudiera levantarse de su asiento, Ryan entró al aula y llegó hasta su lugar.

—Tengo una eternidad sin verte, Becca —dijo el rubio de ojos azules.

La joven sonrío.

—Vaya que una eternidad. —Puso los ojos en blanco—. ¿No tienes clase?

—No, estoy en descanso. Y bueno, vengo por ti, quiero enseñarte algo.

Becca asintió y se levantó, pero no tomó su mano cuando él se la extendió.

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Estaban en el pasillo de los casilleros. Ryan abrió uno de ellos y sacó una cajita pequeña envuelta en papel dorado. Se la tendió con los ojos brillosos. La joven la tomó con curiosidad.

—¿Y esto?

Ryan ladeó la cabeza.

—Bueno, este sábado es tu cumpleaños y esto es un pequeño adelanto... —susurró y acomodó un mechón rebelde de su cabello por detrás de su oreja. Ella no se apartó.

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