✨Capítulo 28✨

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Una multitud estaba presente en la cafetería de la universidad, aunque no era problema para Rebecca y Susana. Las dos estaban sentadas en una mesa de un rincón del comedor, lejos del barullo de voces. Becca jugaba con la tapa de una botella mientras su amiga seguía sorprendida por lo ocurrido entre ella y su inquilino.

—Estoy conociendo a un chico maravilloso, Susana —admitió—. Él no es en realidad lo que aparenta.

Su amiga alzó las cejas.

—Y tú ya estás enamorada de él, es evidente —observó la rubia teñida.

No podía negarlo.

—Sí, no te puedo mentir.

Susana asintió y tomó la manzana que estaba sobre su plato para darle una mordida que provocó el chirrido de sus dientes.

—Cuando lo veo contigo su expresión es distinta, no tiene el gesto de indiferencia que siempre lleva a su alrededor, se ve mucho más vivo. Creo que los dos se hacen bien, Becca.

Ese chico triste de ojos volcánicos había vuelto esas últimas semanas las mejores de toda su vida. Tanto, que estaría satisfecha si al día siguiente su corazón dejase de latir.

Sin embargo, en lugar del rostro perfecto que anhelaba ver, se encontró con Ryan y sus llamativos ojos azules, que era lo más bonito que poseía el chico de procedencia canadiense.

—Hola, chicas... —saludó antes de tomar asiento—. ¿Las molesto?

Becca negó.

—Yo iré a buscar a Dylan —anunció Susana antes de levantarse y marcharse.

Entonces la joven se enfrentó a la expresión acusatoria de su amigo. Ryan apretó los labios y soltó un suspiro. Su semblante era serio, sin dejar entrever el habitual gesto de gracia que siempre proyectaba.

—Becca, me he dado cuenta de una cosa... —comenzó a decir en tono de reproche—. Existe algo entre tú y el extranjero, ¿verdad?

¿Qué pasaba últimamente con su amigo? No le agradaba para nada el tono de reproche que utilizaba. Él no tenía ningún derecho sobre ella. Y la verdad era que empezaba a caerle terriblemente mal.

—Sí, Ryan —afirmó desafiante—. Allen es mucho más que solo mi amigo. Él y yo estamos saliendo. ¿Algún problema con eso?

—Yo te quiero mucho y me preocupa que estés con él... —dijo bajito—. Siento que él no te conviene, no parece un buen tipo, Becca. Al menos no para ti.

Casi rechinó los dientes. Algo en Ryan había cambiado, ya no era lo mismo platicar con él. Sí, tenían muy buenos recuerdos, pero ahora estaba siendo todo lo contrario.

—Eso no te incumbe a ti —refutó Becca con un tono filoso—. Es solo cuestión mía, ¿de acuerdo? —lo encaró con confusión.

Ryan apretó las manos en puños sobre la mesa y se inclinó ligeramente hacia ella. Quería hacerle entender a Becca con una mirada todo lo que por ella sentía, pero siempre sucumbía al silencio y jamás se lo decía.

¿Qué no se daba cuenta?

—¿Estás loca, Becca? Ese tipo parece un psicópata, nunca anda con nadie —señaló con desdén—. Puede hacerte daño. Además, es extranjero, no sabes en absoluto qué pasado o antecedentes tenga.

Y ante eso la joven sintió pura rabia contra el rubio. ¿Qué demonios le sucedía? Él no podía cuestionarla de ese modo y hablar así de Allen. Becca tomó en mano su botella de agua y se levantó de la silla, indispuesta de seguir en esa conversación absurda. La actitud de Ryan era cada vez más repulsiva.

Heridas Profundas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora