La Chica Genio (parte 2)

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A parte de la bala que se alojó en mi hombro, mi anatomía presentaba varios cortes y moretones producto de los vidrios y la estrepitosa caída desde aquella gran altura.

—Señor, por favor; ¿Podría decirme quien es usted y en donde estoy?—insistí.

Una suave voz, que no era la de aquel viejo; contestó a mi pregunta desde la puerta de la habitación.

—Tranquilo señor, está en un lugar seguro. Con amigos.

Observé hacia la puerta. Contrastando con la luz del sol que se reflejaba sobre el mar estaba un chico recostado al marco de la puerta.

—¡Gracias a Dios! ¡Por fin alguien que hable mi idioma!—exclamé con alivio.

El viejo terminó de revisar mis heridas y luego se dirigió a la puerta, encontrándose con el chico. Este inclinó la cabeza al igual que el anciano a modo de saludo.

Domo Arigatou Gozaimazu, Yamada- Sensei—dijo el joven.

El anciano se retiró y el chico ingresó a la habitación, acercándoseme. Usaba con una gorra ancha muy bien puesta sobre la cabeza y vestía una camisa blanca con las mangas recogidas a la altura de los codos. Tirantes negros sostenían unos pantalones largos y anchos color marrón que se introducían en unas gruesas y anchas botas negras. Ahora con la puerta cerrada pude percibir bien las facciones de su rostro. Sus ojos eran grandes y profundos, de un llamativo y enigmático color turquesa que resplandecía con el reflejo del mar. La estructura de su cara era muy fina, denotando cierto aire europeo que combinaba muy bien con su apariencia oriental.

A pesar de no estar en condiciones ni en el lugar adecuado de especular acerca sobre mi joven anfitrión, se me hacía muy sospechosa su estampa, ya que sus rasgos eran muy delicados para ser un chico y en específico un pescador de por estas aguas.

—¿Cómo se siente usted? Espero que esté cómodo—dijo el joven con visible interés.

—Estoy muy bien, gracias por su hospitalidad—respondí—. Ahora que he dado con alguien que habla el mismo idioma, ¿Podría usted resolver mis dudas sobre mi paradero?

—Por supuesto. Usted está en un bote de pesca, cerca de Okinawa.

—Okinawa...—susurré con desconcierto.

—¿Puedo saber su nombre, señor?

—Por supuesto. Mi nombre es Bastian...

—Mucho gusto, Bastian-San.─interrumpió inclinando la cabeza─Mi nombre es Hikaru.

—¿Cuánto tiempo he estado aquí?—pregunté con preocupación.

—Lo hallamos en medio del mar hace tres días, flotando cerca de una multitud de escombros. Ha dormido desde entonces.

—Tres días... escombros... ¿Por casualidad entre ellos hallaron un bastón?—pregunté preocupado.

—Sí. Usted lo traía tan aferrado a su mano que tuvimos serios problemas para quitárselo sin lastimarle los dedos.

—¿Dónde lo tienen?

—Ahí está, junto a su ropa. Sano y salvo—respondió señalando hacia una esquina del camarote.

—Gracias a Dios una vez más—dije con alivio.

En seguida me senté en la litera e intenté ponerme de pie. Al incorporarme, un fuerte y repentino mareo me hizo tambalear y mi visión se puso negra.

En seguida el chico trató de sostenerme y con un movimiento involuntario de mi mano tumbé su gorra, dejando salir de ella una larga y sedosa cabellera negra, lo cual me dejó asombrado, dando razón y distinto acierto a mis sospechas.

El Duque PirataWhere stories live. Discover now