19-. Siempre

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—Aún no puedo creer que hayas venido desde Canadá solo para estar conmigo —dijo April con la vista fija en el techo.

Los dos yacíamos boca arriba sobre su cama, y como de costumbre, ella recostaba su cabeza en mi pecho mientras le acariciaba el cabello con los dedos.

Habían pasado casi cuatro meses desde nuestro reencuentro, y mis sentimientos hacia ella lejos de cambiar, no paraban de crecer. Cada vez que iba a verla la notaba más hermosa, y me era imposible no extrañarla cuando nos separábamos.

—Lo volvería a hacer —respondí, besando su frente. April sonrió y sentí un fuerte cosquilleo en el medio del abdomen.

—No será necesario. Si algún día vuelvo a mudarme, me aseguraré de que vayas conmigo.

—Dudo que tu familia lo permita, apenas nos dejan pasar tiempo juntos.

Semanas después de nuestra primera vez, sus padres adoptivos me conocieron, y como era de esperarse, no les hizo mucha gracia que su hija mantuviera una relación sentimental con un chico sin dinero, indocumentado y huérfano. Por supuesto, sabían que con prohibirlo solo lograrían el efecto contrario, así que simplemente optaron por ignorarme y actuar como si yo no existiera.

—Dentro de unos pocos meses seré mayor de edad y no podrán controlarme.

—Pueden hacerlo más difícil para nosotros —repliqué.

—Eso no hará que me rinda. Si es necesario luchar para estar juntos, entonces no queda otra opción más que hacerlo.

«Y si eso no resulta, podría manipular sus mentes para que incluso nos financien los gastos del viaje», pensé.

—Definitivamente me traes loco por ti —acaricié su mejilla con los nudillos.

—¿Qué tanto? —la chica se levantó, para luego sentarse sobre mi abdomen bajo.

—Lo suficiente como para hacer locuras —puse mis manos en sus caderas—. Eso fue lo que me trajo hasta acá.

—Eso noto —solo traía puesta una camiseta blanca que le llegaba hasta los muslos, y a través de la tela, podía contemplar todo su cuerpo con lujos y detalles—. Y creo que acabo de notar otra cosa —rió, justo antes de empezar a restregarse contra mí.

—No me provoques —me mordí el labio inferior—. Siempre estoy listo para una segunda ronda.

De repente, una gota de sangre cayó sobre mi pecho, y al subir la mirada, me di cuenta de que provenía de la nariz de April.

—¿Estás bien? —le pregunté asustado.

—Voy a limpiarme —fue su única respuesta. En seguida, corrió hacia afuera de la habitación.

Me levanté de la cama con paso rápido y la seguí de cerca. Casi de inmediato, la hallé frente al espejo del baño, lavándose la sangre con el agua que salía del lavamanos.

—¿Estás bien? —repetí la pregunta.

—No, no lo estoy —admitió—. Pero ya no vale la pena preocuparse.

—¿De qué hablas? —agarré un poco de papel higiénico y la ayudé a remover las manchas restantes.

—¿Recuerdas que fui al médico la semana pasada para un chequeo de rutina?

—Sí, me dijiste que todo estaba en orden y que no había nada de qué preocuparse.

—Mentí, Joey —giró la cabeza hacia el otro lado del cuarto para no verme a los ojos—. Mentí porque no quería lastimarte. No mereces seguir sufriendo.

—Sigo sin entenderlo...

—Desde que nací, mi sistema inmunológico ha venido dando problemas —me interrumpió—. Trabaja a menos de la mitad de lo que debería y prácticamente cualquier enfermedad puede matarme si no la trato en seguida.

Algunas lágrimas se asomaron en sus ojos e intenté calmarla con un abrazo, pero la chica retrocedió para impedirlo.

—Cuando estuve en el orfanato, Charlotte se aseguró de tener todo esto bajo control, y luego de ser adoptada, mi nueva familia ha hecho lo mismo —explicó—. Aun así, estos últimos días me he estado sintiendo muy mal, por lo que mis padres me llevaron al doctor para saber lo que ocurría y...

La frase permaneció inconclusa por unos segundos mientras que April hacía acopio de fuerza de voluntad para continuar.

—Según los exámenes, corro el riesgo de morir en un corto plazo de tiempo. Siempre he sabido que esto iba a ocurrir, y la verdad es que no me duele en lo absoluto por mí, sino por ustedes —tragó saliva—. Tú y mis padres son lo más preciado que tengo, no merecen pasar por esto.

—No digas eso...

—No puedo evitarlo, cariño, y siento que todo sería mucho más fácil para ti si me dejaras e hicieras una vida lejos de mí —las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas—. Una vida lejos de tantos problemas, donde finalmente puedas encontrar la felicidad.

—Soy feliz contigo.

—¿Y lo seguirás siendo en el momento en el que mi sistema inmunológico termine de colapsar y muera? Mereces algo mejor que una chica que de seguro no estará en este mundo dentro de los próximos dos meses.

—Puedes curarte —el tono de mi voz sonaba más como una pregunta que como una afirmación.

—No se trata de curarme, eso es imposible. Ni siquiera existe un tratamiento capaz de reparar tanto daño.

—Tiene que haberlo, tal vez sea más complejo que los demás, pero tiene que existir.

—No, no lo hay —April caminó hacia mí, sostuvo mi cara entre sus dedos y me plantó un beso en la frente—. Sé lo que me espera y sé muy bien que no falta demasiado. Sea como sea, siempre recuerda que estoy contigo.

Se me formó un nudo en el estómago, y al igual que en las ocasiones anteriores, no supe qué decir al respecto.

—Siempre estaré a tu lado, aunque no puedas verme.

Canción: All the Same

Banda: Sick Puppies

JoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora