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De una manera totalmente literal, me sentía capaz de afirmar que nuestros brazos ya no daban más debido a la cantidad de bolsas que veníamos cargando. Y cómo no iba a ser así, después de todo, Margareth había demostrado ser una completa adicta a las compras; compulsiva a más no poder, y, como si fuera poco, dueña de un poderoso convencimiento que había ayudado un montón para que me uniera a ella. Fue de este modo que nos pasamos toda la tarde derrochando en vestidos, zapatos, chaquetas, maquillaje, y -en su mayoría- un montón de cosas más que no necesitaba, pero que eran extremadamente bonitas como para dejarlas pasar así nada más.

Podía darme cuenta perfectamente de que la mayor de los Styles tan solo quería consentirme y enseñarme malas costumbres, aprovechando todo el dinero con el que contaba el hombre de un millón de dólares que me mantenía encerrada en su mansión. Pese a ello, tampoco quería ceder y adquirir esa clase de hábitos. Detestaba tener esa sensación de que le debía algo a Harry, siendo que era él quien me debía mi libertad.

Una vez que llegamos a la mansión y bajamos de la limusina, Trudy y Lorenzo acudieron a recibirnos en la puerta y así ayudarnos a cargar las bolsas a nuestras respectivas habitaciones, donde ambas nos dedicamos a acomodar en nuestros armarios las nuevas adquisiciones de la tarde.

No había esperado pasar tan buen rato como aquel con la chica. Maggie me había sorprendido positivamente. Era irónico pensar en lo bien que nos habíamos llevado, y ver lo mal que me llevaba con Harry la mayor parte del tiempo.

(...)

A la hora de la cena, Gertrudy se lució con una deliciosa pasta al pesto, junto con el postre preferido de Maggie: tarta de calabaza. Resultó así ser una cena bastante divertida y muy fuera de lo común. La presencia de la hermana de Harry ayudaba muchísimo a la hora de hacer más fluida y agradable la conversación.

Era asombroso, pero con ella era posible presenciar un lado que solía estar más oculto en él, un lado más bien desconocido. Era como si la platinada permitiera que se relajara, que soltara sus tensiones y se diera el gusto de reír libremente, de bromear con tranquilidad, dejando de lado la rigidez constante que existía en la expresión de su rostro, y mostrarse como debiese haber sido normalmente.

-En serio, Navah, es que debiste haberlo visto -se reía Maggie, señalando a Harry con el tenedor.

Sonreí al percatarme de lo avergonzado que estaba el rizado, que negaba con la cabeza como suplicándole a los cielos que por favor la chica guardara silencio.

-No es necesario, Maggie -casi podía percibir el atisbo de un sonrojo en sus mejillas.

-Oh, ni que lo digas, sí que lo es -advirtió ella, con una sonrisa perversa-. En fin, en un minuto estoy en Miami haciendo una competencia personal de surf con él, y al rato, lo siguiente que veo es cómo la ola lo bota de la tabla -la risa no le permitía continuar con plenitud la historia-. La cosa es que cuando vuelve a la tabla y se pone de pie para tomar la siguiente ola, ¡El muy idiota estaba completamente desnudo y ni cuenta se había dado!

No puedo contenerme y me uno a las risas de Margareth. ¿Harry surfeando desnudo? Wow, eso debió haber sido... Bastante... Increíble.

-Damas y caballeros, mi hermana... -Harry rodó los ojos, fingiendo fastidio, para luego enmendarlo con una sonrisa.

-Fue memorable. De hecho, hasta el día de hoy Joshua se sigue riendo de ti por eso -bromeó, Maggie, refiriéndose a su novio. Según lo que ella me había contado durante esa tarde, Joshua Hamilton era la clase de persona que Harry no soportaba, de esa gente con la que no aguantaba ni siquiera permanecer en la misma habitación por más de cinco minutos.

-No me digas. ¿Se ríe de eso en sus tardes de desempleado? -atacó Harry, incapaz de guardarse sus comentarios por una vez en su vida-, ¿O es que acaso su banda de garaje pudo surgir?

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora