❅ | 50 | ❅

44.9K 3.8K 1.2K
                                    

Chase

No creo que pueda aguantar mucho. Y eso lo sé apenas el avión aterriza en Las Tortugas. El calor aquí es intenso. Lo noto en un instante. Es demasiado abrumador.

Las Tortugas es una pequeña isla turística, con un inmenso y hermoso mar que se abre por todas direcciones. Es un sitio muy animado. Un lugar pesquero. Hay niños descalzos, jugando a la pelota en medio de la carreta, personas corriendo, otros con tablas de surf que se abren paso hacia la playa, entre el gentío. Hay mucho movimiento. Veo varias mujeres en traje de baño, y un par de ancianos jugando al ajedrez en la vereda frente a las casas. Me gusta la vibra. Es un lugar colorido. También escucho música. Parece ser reggaeton. Incluso llego a ver un par de chicas bailando en lo que parece ser un puesto donde venden cerveza.

Me sorprende que, a esta hora de la tarde, existan personas que ya estén consumiendo alcohol.

Stefan parece estar realmente fascinado con este lugar, no es para menos, es la primera vez que nos encontramos en un sitio así: tan cálido y colorido. Tiene una enorme sonrisa en los labios mientras carga su maleta y la de Wendy.

Con indicaciones nos abrimos paso hacia la parada de taxis. Para nuestra suerte hay varios taxistas estacionados ahí, esperando algún cliente, y es fácil coger transporte.

Wendy le tiende al conductor un trozo de papel, dónde asumo está anotada la dirección de Mateo, y el hombre barbudo, de tal vez unos cuarenta años, se pone en marcha.

— ¿No son de por aquí, verdad? — El señor del taxi habla, con un acento muy marcado.

— No. Venimos de Alaska — responde Stefan, sentado a su lado, en el asiento del copiloto.

— ¡Alaska! ¡Eso es muy lejos! ¿Qué los trae de visita?

— Asuntos familiares — ahora es Wendy la que responde, echándome una miradita de reojo.

Siento que el corazón me da un vuelco. Estoy nervioso, esa es la verdad. Ha pasado mucho desde que ví o hablé con Mateo, y me da miedo su reacción al verme. La cosa entre nosotros no terminó muy bien. Posiblemente me eche a patadas. Eso es lo que estoy esperando.

Wendy parece notar lo que me está pasando por la cabeza porque estira su mano en mi dirección y agarra la mía. Me da un suave apretón, como queriéndome darme ánimos con esa simple acción, y por estúpido que suene, funciona. Wendy es ese tipo de persona que te hace creer que todo estará bien, aunque ese no sea el caso.

Ella es reconfortante.

Nuestro destino queda a veinte minutos del aeropuerto. Y para cuando el taxi se detiene, siento que el corazón me va a explotar de lo nervioso que estoy.

El señor del taxi nos informa que, con el auto, no se puede seguir hasta la propiedad, pues es una casa playera y hay que pasar por un camino de arena. Sin embargo, no es muy diferente hallarla. Es enorme, y se ve a la distancia. Parece que, a pesar de todo, a Mateo le ha ido muy bien.

Para cuando nos paramos frente a la puerta cerrada, es Wendy quien toca el timbre. No esperamos mucho hasta que la abren, revelando así la figura de Mateo Drummond.

A pesar de los años, y lo mucho que ha cambiado, lo reconozco. Ya no es el mismo muchachito flaco, ahora tiene un cuerpo lleno de músculos. El cabello rubio lo tiene largo, y va atado en un moño. Tiene la piel del brazo derecho manchada con tatuajes, símbolos extraños, pero no me detengo a detallar ninguno.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora