Capítulo 65: Infancias fluctuantes

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Hace 15 años...

***Duke***

Abro los ojos, con algo de temor, como siempre. Sin embargo... hoy parece ser una noche tranquila. Al parecer nadie me despertará. Me restriego los ojos con algo de sueño todavía, con algo de nervios aún sacudiéndose entre los recuerdos de lo no tan reciente, no tan lejano. Camino entre camas de los otros niños hasta llegar a la gran ventana del final del salón en el que dormimos.

Tomo la silla de siempre. Me subo en ella para poder llegar arriba, y me asomo por la ventana, como cada noche de insomnio, de pesadillas sofocantes, al menos cuando... no me despiertan.

Lo que veo me llena de ilusión; algo que no he experimentado desde hacía muchísimo tiempo... desde que pasó el evento que me ha llevado a estar en este lugar. ¡Está nevando!

En mi corta existencia de diez años, jamás había visto que nevara en la Ciudad Onírica. De inmediato corro por las camas, a despertar a mi único amigo: Charlie. Un chico agraciado, regordete, de grandes mejillas rojas y muy tímido.

—¡Charlie, mira! —exclamo en voz baja, despertándolo de entre las cobijas.

—¿Ah? ¿Qué pasa, Duke? —consulta, despertándose asustado.

—¡Tienes que salir conmigo! ¡Está pasando lo que deseamos para navidad! —deleito.

—¡¿Seremos adoptados?! —grita, sentándose rápidamente.

—No... ¡está nevando! —digo, riéndome—. Vamos a ver.

Ambos caminamos lentamente por los pasillos, sin siquiera respirar. No queremos que nuestros "cuidadores" se den cuenta que estamos despiertos, no queremos que nos lleven a las habitaciones oscuras, en donde nos obligan a dormir en sus camas, o en donde nos ponen a vestirnos de maneras extrañas... Caminamos por los pisos de madera, intentando no hacer ningún ruido.

Me doy cuenta de que una niña se despierta, es aquella chiquilla de cabello muy despeinado y amontonado. Se llama Natalia y es de piel oscura, y una enorme sonrisa inocente. Sé que a ella le gusta Charlie... y me ha estado molestando últimamente, quiere que seamos amigos, pero no me ha dado la gana cooperar.

Ella nos sigue en silencio, se ha unido a nuestra pequeña aventura, a la que no está invitada... pero no importa. Bajamos con cuidado las escaleras. Arriba hay un gran ventanal de colores azulados, por donde entra la luz de la luna y nos ilumina el paso delicadamente, aunque la luz está empezando a ser opacada por la nieve acumulada del techo.

Llegamos al fin a la puerta principal. Una enorme puerta de madera, llena de símbolos religiosos, que siempre hace un chillido al ser abierta... un chillido de pesadillas, que cada vez que se escucha no significa nada nuevo. A menos de que sea domingo en la mañana, cuando viene Laila, una muchacha de aproximadamente veinte años, a enseñarnos a tocar la guitarra y nos enseña canciones cristianas... las que me gusta cantar cuando estoy solo.

—No puedo creer que esto sea real. ¡Ya casi llegamos! —dice Charlie emocionado, cubriéndose con su cobija amarilla.

—Ven aquí. —Señalo a Natalia, quien está temblando de frío aún en la escalera. Ella se nos une en silencio, con una sonrisilla nerviosa.

Podemos sentir la corriente gélida proviniendo de la rendija de debajo de la puerta, dando escalofríos terribles y una cierta incomodidad. Sin embargo, la emoción de conocer algo nuevo le gana a cualquier otro sentimiento.

Es noche buena; ya hemos abierto los regalos de cada quién. Ha sido ropa usada, juguetes usados... todo usado. Estaba todo viejo y descuidado. Nada era muy bueno, pero algo dentro de mí sabía que este era el regalo de parte del universo hacia mí, era un regalo de Dios el poder sentir la nieve por primera vez, y como Laila siempre dijo, Dios es amor... y siempre me cuida, a pesar de lo malo que pase en nuestras vidas.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora