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Cadena de oraciones para que Chase se salve x1

Cadena de oraciones para que Chase se salve x1

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Giselle

Hace media hora que llegamos al hospital. Hace media hora que se llevaron a Chase a cirugía. Y hace media hora que estoy aquí sentada, en el pasillo, mirando la puerta por dónde mi novio, en compañía de varias enfermeras y un par de doctores, ha desaparecido, y lo único que he hecho desde entonces es tratar de convencerme a mí misma que todo estará bien. Que él va a estar bien. Tiene que estarlo.

Stefan tampoco se ha movido de su sitio desde que llegamos. Está al otro lado del pasillo, con la espalda pegada a la pared, las piernas flexionadas, los codos apoyados en sus rodillas y el rostro oculto entre sus manos. Wendy no se ha despegado de su lado. Está junto a él, acariciándolo por la espalda, cómo queriéndole dar ánimos de ese modo. Mateo, por otro lado, no ha dejado de moverse. Camina de aquí para allá, en círculos; parece inquieto, e ido en sus pensamientos. No creo que se esté dando cuenta que no se ha dejado de mover ni un segundo, durante treinta minutos.

— Mateo, ¿puedes dejar de caminar tanto? Me pones nerviosa.

Ante las palabras de Wendy, el chico por fin se detiene. Le echa una mirada, artículo un «lo siento » y luego toma asiento junto a ella.

No pasa mucho hasta que, por el solitario pasillo, aparece un hombre vestido de doctor. Es alto, con cabello oscuro y canas en los costados.

— Stefan — llama, a pocos pasos de distancia.

El mencionado levanta la cabeza de golpe y se incorpora rápidamente, cómo impulsado por un resorte.

— Bhalton — dice él. En la voz, y en el rostro, se le nota el alivio que le genera la presencia del hombre.

— Vine tan rápido como he podido. Pero… ¿Qué demonios ha pasado?

— Es Chase — informa — Fue atacado por Seam. Al parecer, fue infectado con el veneno de Dophook. Y yo… necesito que lo salves.

— ¿Salvarlo? — Bhalton luce como si le hubieran echado un chiste, y uno bien malo — Stefan, lo que me pides es casi imposible.

Ante esas palabras, siento que el pecho se me contrae.

— Exacto. "Casi", pero no completamente imposible. Ya lo hiciste una vez,  y necesito que lo hagas otra vez.

— Aquello fue… suerte.

— Maldita sea, entonces ten suerte otra vez — se irrita y empuña la camisa de Bhalton; sin embargo, éste no parece estar molesto — No puedo perder a mi hermano. Es lo único que me queda.

Ante sus palabras, el doctor relaja la expresión a una casi compasiva.

— Haré lo que pueda — dice finalmente — ¿Hace cuánto entró a cirugía?

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora