Encuentro

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Frank

¿Que acabo de hacer?

Frank, eres un imbécil de primera. ¡Ni siquiera sabes su nombre!

Lo de imbécil no es del todo mentira. Aún así... ¿Puedes amar a alguien que sólo has visto a través de una ventana? Todas esas tardes observando a la distancia, esperando a que él llegara de algún lugar desconocido para mi, y después correr a esconderme con sólo ver su figura. Todas esas veces en que, a propósito, me dejé caer dormido en el sofá junto a la ventana, para sólo despertar, incorporarme y encontrarme con su mirada sobre mí. ¿No soy él único que siente esto, no es así? No puede ser posible que esta especie de obsesión sea tan fuerte, además de que no es lo que se espera de un tipo como yo.

Ya es tarde para arrepentirme. Viene en camino. No puedo creer que lo logré. No puedo creer que aceptara en venir. Mierda, mierda, mierda, ¿qué voy a hacer? Seguro lo arruino todo poniéndome histérico y espantándolo. Genial, simplemente genial. No quiero ni pensar en todas las imbecilidades que van a salir de mi boca, porque joder, sé bien que cuando estoy nervioso digo treinta y siete estupideces por segundo. Se va a ir corriendo, va a creer que me falta un tornillo.

Cálmate. esto tenía que suceder.

Mi conciencia está librando una batalla con ella misma, y no es el momento indicado, que digamos. Pero... de sólo imaginar el olor de su piel, el sonido de su voz, cómo sería al tacto su pálida piel... ¿Estoy loco? Todos pueden pensar que es una mera estupidez, que es absurdo imaginar todas esas cosas con alguien a quien no conoces en absoluto. No es que crea en el destino o en las almas gemelas, pero en verdad, cada vez que presiento que está mirándome no puedo evitar casi saltar para devolverle la mirada.

Podría jurar que sus ojos eran color esmeralda, pero no estoy seguro. Ni de eso ni de nada. Quizás solo es parte de mi imaginación, que lo tiene idealizado como la persona más hermosa de la historia, sin embargo desde la distancia en que lo he visto, no tengo como estar seguro de nada.

Respira.

¡¿Cómo llegué a esto?! Todos, de alguna manera u otra, dan por sentado que soy yo, el rompecorazones Frank Iero, el chico cuya vida es pura felicidad, fiestas, alcohol, drogas y sexo. ¿Qué pensarían al saber que soy virgen? Mi reputación quedaría en el suelo... ¿De qué estoy hablando? ¿Qué clase de persona soy? Digo, se supone que ya no soy un adolescente como para que me importe tanto lo que se diga de mí, sin embargo las especies de "amistades" que tengo, no son más que por la persona que creen que soy. Y es verdad, que he estado en más fiestas de las que puedo contar, me emborracho y manoseo a cuanto hombre o mujer se me ponga por delante, ese desenfreno no deja de incomodarme. Y este chico, me hace sentir como... Mierda.

Tanta ansiedad comienza a dolerme...

Mis latidos se paran al oír el timbre. No, no, no, sí, no, sí, no, no, sí, sí.

Dios, no dejes que me desmaye.

Gerard

El. Timbre. Ya. Lo. Toqué. Camina. Hacia. Acá. Escucho. Sus. Pasos. Creo. Que. Me. Dará. Un. Infarto. Dios. Qué. Mierda. Hago. No. Puede. Ser.

La puerta se abrió.

Tuve que morder mis labios hasta el punto de casi hacerlos sangrar para reprimir el impulso de arrojarme sobre él y besarlo. Porque, joder, me sentía como una jodida puberta frente a su ídolo, ese que le alborota las ya revueltas hormonas.

Sus facciones delicadas, su nariz perfecta, sus ojos avellana, su cabello osuro, sus brazos cubiertos de tatuajes... ¿Cómo es que se dice hoy en dia? Ah, si. Perfección. No podía ser, era demasiada belleza en un solo cuerpo, en ese instante me creí capaz de quedar mirándolo por el resto de la eternidad.

Dios, ahora sí me voy a morir.

- Este... pasa, por favor. - dijo, después de un momento en el que nos observamos mutuamente.

Obedecí al instante y llevé mi atolondrado ser hacia el interior del cuarto, fijándome en no tropezar con algún mueble o romper algo, porque me sentía casi sin control de mí mismo, nervioso a no más poder. Me estaba mirando, ¿qué mierda hacer, qué mierda decir?

- .....

-.....

- ¿C...cómo te llamas?- ¿es enserio? no podría haber preguntado semejante estupidez. Oh, créelo Gerard, ya lo hiciste.

- Ja, ja, ja - rió, ¿nervioso? - qué idiota, no me presenté. Soy Frank Anthony Thomas Iero Priccollo.

- Whoa, si que... es un nombre largo. Pero... me gusta. -Imbécil, la cargarás en cualquier momento.- Me llamo Gerard... Arthur Way Lee.

Más silencios incómodos, lo que temí que llegarían.

- Este... ¿Te apetece un café?

Lo miré como si acabara de haber revelado la cura contra el cáncer o la fórmula de la inmortalidad. Reprimiendo lo más que pude mi cara de flipado, intenté mantener la compostura y asentir. Se fue de un salto hacia la cocina, según supuse, dejándome solo y con mis nervios. Ví de reojo la figura de un sillón, y dejé que mi culo de idiota se dejara caer. Miré mis manos, estaban temblando sin control. Era primera vez que me pasaba algo así, mi pecho parecía estar a punto de explotar, sin poder albergar los latidos desenfrenados que mi corazón estaba haciendo. De seguro hasta se escuchaban.

Volvió a los pocos minutos, con dos tazas. Alargué mi mano para recibir una, pero tan torpemente que estuve cerca de regar el líquido humeante en el suelo. Balbuceé una disculpa y me agarré a la taza como si de ello dependiera mi vida, tomando sorbos y quemándome un poco la lengua. Estaba bastante cargado, justo como me gusta tomarlo. Se sentó a mi lado, también con la taza entre los labios. Ponía una cara de disfrute, tan malditamente sexy, que me llevó a preguntarme si no estaba al lado de un actor de Hollywood o algo por el estilo.

- Este... ¿Qué edad tienes?- fue lo primero que pasó por mi mente.

- Diecinueve.- contestó. No podía creer que fuera menor que yo.- ¿Y tú?

- Veintidós.

- Ajá.- por momentos sentía que lo estaba aburriendo.- Estás... am... ¿Música?

- ¿Qué?- alcancé a responder.

- Ja, ja. Que si quieres escuchar música. O si no te molesta... como sea.

- No, no hay problema.

Se puso otra vez de pie y caminó hacia un mueble amplio, en donde se veía un reproductor de discos bastante moderno. Le dio a un botón del equipo, y sólo cuando pasaron varios segundos mi cerebro se encendió y reconoció los acordes de "Reach For the Sky" de Social Distortion. Volví a mirarlo maravillado, ese gesto ya había superado los límites de lo increíble. Una cosa es que fuera increíblemente hermoso, incluso que le gustara el café amargo, pero ya era otra historia que le gustara la misma música que yo escuchaba. Era demasiado perfecto para ser verdad.

Volvió a mi lado, esta vez me permití seguir mirándolo, grabando sus gestos como si fuera la última vez que los vería, aunque, ¿quién sabe?

- Creerás que estoy loco, que soy un psicópata, pero...

- ¿Pero? - pregunté, ya temblando de miedo.

Él estaba acercándose hacia mí. Su rostro se veía seguro y a punto de derrumbarse a la vez, y creo que el mío no estaba muy diferente. Mi cuerpo no dejaba de temblar, cualquiera hubiese creído que me estaba dando un ataque epiléptico, pero él no parecía darse cuenta, ni de eso, ni de nada más que nosotros...

Podía sentir su aliento cosquilleando mi rostro. Le rogué al cielo que no estuviera enrojeciendo otra vez, cosa que hacía demasiado a menudo, no tenía ni la más mínima gana de que él me viera así y se partiera de risa.

- Te ves... hermoso cuando te sonrojas.

Antes de que pudiese reaccionar sus suaves labios ya estaban sobre los mios.

una sola exhalación ; ғrerαrdWo Geschichten leben. Entdecke jetzt