Capítulo 72: Frío

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Empieza a llover. Estoy empapada. Las puntas de mis dedos y manos están tan frías que se han tornado de color casi morado, al igual que mis labios... los cuales siento que se parten lentamente. El bosque es realmente denso y me cuesta ver hacia el lugar al que voy.

Sigo avanzando, tropezando y abriendo heridas en mis piernas con las filosas ramas que se van incrustando, aunque el frío me ha dormido los nervios y no me duele tanto. Me siento como flotando, como si estuviera danzando al son de una canción de muerte.

Mi quijada tiembla sin parar y tengo miedo... tengo miedo por primera vez en la vida. Siento taquicardia en el corazón, estoy desesperada por encontrar claridad, por dejar de sentirme así. El vacío que me consume se ha exteriorizado y el peso de la realidad es insoportable. Aunque nada me esté persiguiendo, me siento observada constantemente.

Hay algo oculto ahí, en las sombras. De eso estoy segura. Siento los párpados helados, el frío está haciendo que mis ojos duelan.

Sé que ha sido una mala decisión adentrarme al bosque, pero no hay otra opción más que seguir avanzando. Tengo que encontrar la carretera principal, una vez que la tome podré llegar a mi casa sin problema. La lluvia se detiene y la luna alumbra un poco todavía, entre las ramas de los enormes árboles.

Camino por los charcos de agua para lavarme los pies llenos de sangre... hasta que lo que veo me congela el corazón. Es una imagen escalofriante. La reflexión de uno de los tantos charcos tiene una mirada que me atraviesa por completo. Su cara manchada, esa mirada irreconocible, y las transformaciones por las que ha pasado... es la payasita. La payasita que había estado en el club nocturno, en la reunión de los concursantes del desfile macabro.

Ella me observa, quieta. Tiene un traje blanco en su totalidad. Su maquillaje se está lavando lentamente por los restos de las gotas de lluvia que bajan por su desordenado cabello... el agua acaricia su lúgubre cara.

Pasa por su frente, por sus cejas, y cosquillea lentamente las heridas de las mejillas... entrando en ellas y saliendo teñidas de rojo, con un poco de sangre. Ella no sonríe, no muestra expresión alguna. Solo puedo notar que, al igual que yo, está vagando por las profundidades del bosque.

—¿Quién diablos eres? —consulto con miedo.

—... —Ella me ve, pero no responde.

—¿Estás perdida? Podemos encontrar la manera de salir de aquí, juntas. —Intento convencerla.

—Estoy bien aquí. —Levanta la mirada, hacia la luna. Sus pupilas son de multicolores.

Decido no perder el tiempo con esta mujer tan extraña. Me alejo poco a poco, no tengo la energía para seguir interactuando con nada que tenga que ver con el estúpido desfile macabro. No quiero saber nada de aquello que no me deja seguir avanzando, de aquello que me prometió tanto y no cumplió nada.

—Como quieras. —Camino lentamente. Poco a poco los músculos de mis piernas empiezan a fallar.

—Pronto morirás. —Ella me observa—. Y no seré yo quien termine contigo... puede que sea el bosque.

—Adiós, psicópata. —Me alejo de la escena. Ella no deja de verme hasta que me pierdo en la densa arboleda.

Sigo y sigo, buscando algún camino, algún indicio que me diga que llegaré hasta la anhelada calle, hasta el punto de salvación... sin embargo, me sigo sintiendo observada... y no es por la payasita.

Me siento confundida. El corazón se me está acelerando, pero se baja mi pulso por el frío. Siento los pies calientísimos y la ropa empapada no lo hace mejor para nada. Los chorros de agua caen poco a poco... y sigo escuchando la lluvia, o un río. No sé exactamente qué es.

Logro llegar al lago, el lago del Bosque Aletrejo. Es hermoso... y la arena de los alrededores es suave, aunque helada. Siento la arena rodear mis pies mientras camino. El hecho de llegar al lago significa que he avanzado mucho.

Es un espacio abierto y puedo ver un espacio en donde se han hecho fogatas, junto a un gran tronco. No puedo sentarme a quebrantarme, aunque tenga todas las ganas y razones del universo para hacerlo... no puedo en un momento tan crítico como este.

Me sigo sintiendo observada, aunque no pare de moverme. Observo a los alrededores y solo puedo escuchar mi respiración agitada, el latido de mi corazón, y a lo lejos, aún sigue la lluvia. El terror intenta tener control sobre mí. ¡No puedo perder mis agallas!

—¡Muéstrate ahora! —exclamo a la nada. No puedo ver quién se esconde en el bosque, o si siquiera está en la dirección a la que voy.

Levanto una roca del suelo y la lanzo hacia la arboleda, y corro hacia la dirección contraria. Siento un bajonazo en mi espíritu al escuchar movimiento manifestarse a los alrededores. Alguien está ahí, es un hecho. Escucho las ramas del suelo quebrarse conforme avanza, y se acerca cada vez más.

Grito con todas mis fuerzas. Lanzo mis zapatos y la barra metálica y corro lo más rápido posible hacia la carretera, no está tan lejos, ¡sé que podré llegar a tiempo! Veo los autos pasar, las luces, la intermitencia entre los troncos de los árboles.

Corro y corro, mientras siento que el ente se acerca más y más... hasta que logro salir a la calle, y me detengo justo frente a un vehículo, el cual hace un freno en seco, casi atropellándome. Clamo por ayuda y el conductor acepta que entre en el auto. Le ruego que empiece a manejar de inmediato, que es una situación de emergencia. Modifico la historia rápidamente, a una menos violenta... menos sospechosa.

—Mi novio me dejó... estábamos en una fogata, en el lago... y me ha debajo botada porque le ha dado un ataque de celos... —digo, fingiendo tristeza—. Ha sido horrible.

—Lo siento mucho. ¿En dónde te puedo dejar? —pregunta de manera considerada.

Le doy las direcciones hasta llegar a mi vecindario. Una vez ahí me bajo y camino hacia mi hogar. Entro, sin que nadie se entere de lo sucedido... y tomo una ducha. Me acuesto, estoy abatida. Abrazo mi almohada y lloro pensando en todo lo que ha sucedido esta noche. Lloro, por las enormes heridas en mi corazón, en mi cuerpo, en mi alma... y la mirada penetrante de aquella payasita no se irá de mi cabeza tan fácil.

Corazones rotos, planes arruinados, amistades quebrantadas, familias separadas... El desfile macabro afectaba de todas las maneras posibles a todos los involucrados.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora