Capítulo 15

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Había parado de sangrar, pero la sangre se le había convertido en una gruesa costra marrón rojiza en el labio inferior y un hematoma comenzaba a oscurecer su mentón. 

Miró a Ginger, luego a Gerald y de nuevo a Ginger. 

—Miren nada más —cruzó los brazos sobre el pecho—, yo pensé que con Sebastian tenías hasta de sobra, pero veo que te encanta traicionar. 

Traición. 

Eso era de lo peor que una amiga podía acusar. A Ginger le dio un vuelco el estómago. 

—Señorita Howell, ¿cómo nos encontró? 

—La baratija que me diste tiene GPS para localizar contactos, ¿recuerdas? 

Ginger se puso de pie y encaró a Magda, Gerald también se levantó de un salto. 

—¿Qué es lo que crees? —empezó diciendo Ginger a Magda con un tono de voz más seguro de sí misma— ¿Que estoy pintada en una pared o qué? 

Magda la miraba desde arriba cuan alta era, con ojos entornados de furia. 

Gerald solo podía pensar «cállate o te va a matar, ¡cállate! Deja de hacerte la temeraria». 

—¿De qué diablos hablas? —espetó Magda a media voz con los dientes apretados.

—¡De lo de tu padre! ¿De qué voy a estar hablando? ¿Tengo que enterarme por otras personas? ¿Tan poca es la maldita confianza que me tienes? 

Magda abrió los ojos como platos y las personas en el café (que ya eran más) voltearon a ver a la pelirroja que gritaba. Se hizo el silencio, incluso la música de fondo cesó. 

—¿Quién te dijo...? —miró por encima del hombro de Ginger a Gerald— Ah, ya sé —la apartó a un lado para pasar y avanzó hacia él, pero Gerald no retrocedió ni un ápice, ni se intimidó. Era incluso más alto que Magda— ¿Por qué no puedes mantener el hocico cerrado? —se exasperó levantando los brazos— Te estoy pagando, Gerald, no lo estás haciendo de gratis, por lo tanto me obedeces. Si te digo que saltes de un acantilado, saltas. Si te digo que te sientes, te sientas. Si te digo que te metas una bala en la cabeza, te metes una bala en la cabeza. Y si te digo que te calles la boca, ¡te callas la boca! 

Gerald frunció el entrecejo y apuntó a Magda con un dedo. 

—Podré estar a tu servicio, pero me reservo el derecho a decirte que eres una mocosa malcriada, malagradecida y mal educada. Como tu abogado, te aconsejo que mantengas a tus amigos lo más cerca posible de ti o terminarás volviéndote loca, el juzgado te desquiciará, créeme, y tú no tendrás a nadie alentándote cuando mires por encima de tu hombro. ¡Te dan la mano y tu ni la uña agarras! ¿Por qué no le contaste a Ginger lo de tu padre? ¡Es tu amiga y la estás lastimando! 

—¡Idiota! ¡Precisamente porque no quiero que la lastimen no se lo dije! ¡Y estás despedido! —rugió. 

Ginger se quedó muda, Gerald se quedó mudo, todo el mundo estaba mudo, solo un bebé comenzó a llorar rompiendo con el silencio que se había impuesto. 

—¿Qué dijiste? —la voz provenía detrás de Magda. Ella giró encontrándose con una Ginger al borde de las lágrimas, pero ejerciendo una fuerza increíble por mantenerlas a raya.

—Gerald, estás despedido, Ginger, llévatelo a tu casa también, si lo quieres. 

—No, no, antes de eso. 

La expresión de Magda cambió, sus cejas volvieron a separarse y dejó escapar un suspiro que parecía doloroso para sus pulmones. 

—Ginger, quiero que me mires, solo mírame. Ellos me hicieron esto —señaló la cicatriz sobre su ceja— porque sé algo que no debería saber. ¿Acaso querrías que te pasara lo mismo? Si tan solo esos desgraciados se enteraran de que sabes la verdad, tu vida peligraría tal como peligra la mía ¿Quieres lo mismo? ¿Lo quieres? —hizo una pausa y al ver que no contestaba continuó con voz más calmada— Porque yo no. Tal vez no pueda protegerme a mí misma, pero puedo protegerte a ti y hasta puedo proteger a Sebastian —esbozó una sonrisa irónica— ¡Y si se me diera la gana protegería a la perra de Keyra, al estúpido de Brandon y a todo el inepto equipo de rugby! —Ginger rio débilmente— Y los protegeré guardando silencio. Este secreto es como la sangre, sin ella me muero, ¿entiendes? —Ginger asintió desviando la mirada— Y para que lo sepas, tú y Sebastian son los mejores —sonrió—. Par de estúpidos tórtolos. 

Lo que todo gato quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora