Capítulo 3.

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*Jisa*

La canción había cambiado, ahora sonaba The Morrow.
Tenía mi rostro escondido entre mis rodillas, sollozando. Levanté la mirada y Step me miraba.
Al estar tumbado, su flequillo se echó hacia atrás y pude ver sus ojos. Eran grises, como el hielo, pero no eran nada gélidos, eran cálidos y suaves.
Me dedicó una sonrisa, pequeña. Una de sus sonrisas, sólo para mí.
Miré a sus labios. Eran finos y de un rosa muy pálido.
Me di cuenta de que estaba a unos veinte centímetros de él, y acorté un poco esa distancia, quedando mis labios a un centímetro de los suyos.
La respiración de ambos era agitada y nuestros alientos se mezclaban debido a la cercanía.
Step pasó la punta de sus dedos por mi mejilla hasta llegar a la comisura de mis labios, y, después, siguió la forma de estos.
Y, entonces, hice que aquel centímetro de distancia desapareciera, dando paso a un beso tan suave, tan cálido, tan lleno de sentimientos que era indescriptible. Los labios de Step se sentían realmente suaves y ligeramente fríos contra los míos.
Step se separó unos centímetros y me dedicó otra diminuta sonrisa.
Puse mi cabeza en su pecho y él me rodeó los hombros con su brazo.
Y, antes de que acabara la siguiente canción, estaba dormida sobre el pecho de Step, mi Step.

****

Me desperté, con el brazo de Step aún alrededor de mi hombros. Ahora, él dormía.
Se había hecho de noche, según mi reloj, eran las 23:43 exactamente.
Ya no merecía la pena ir a dormir a mi apartamento, así que me volví a acomodar en el pecho de Step y respiré hondo.
Podía escuchar el latido de su corazón, lo cual me relajaba.
En poco tiempo, volví a caer en las redes de Morfeo.

*Step*

La alarma de mi móvil sonó, como todos los sábados, a las 9:30 a. m.

Jisa tenía su cabeza apoyada en mi pecho. Se veía tan calmada, tan en paz ahí dormida. Lentamente abrió sus ojos y me sonrió.

-Buenos días, Steppy -Sonreí ante el estúpido apodo que me había puesto.

Le di un beso en la mejilla y me levanté. O al menos lo intenté, ya que Jisa tiró de mí, empujándome para que cayera sobre ella, con mis manos, soportando el peso de todo mi cuerpo, a ambos lados de su rostro.
Jisa sonrió, pícara, mientras yo me sonrojaba violentamente. Ella me dedicó una de sus cálidas sonrisas, de esa manera en la que sólo ella sabía sonreír.
Acarició mi mejilla, con la punta de sus dedos, y pasó por mi mandíbula. Noté como el rubor subía a mis mejillas. Ella rió. Su risa era suave, reconfortante. Era como un soplo de aire fresco.
Jisa agarró el cuello de mi jersey y tiró de mí, haciendo que nuestros labios se juntaran.
Se separó y se deslizó por debajo de mí, con una sonrisa en su rostro.
Me incorporé y la miré. Ya no sonreía. Me miraba, con nostalgia. ¿Nostalgia?
-Jisa, ¿qué pasa?
Ella negó con la cabeza y corrió hasta el baño, pero tardó lo suficiente como para que pudiera ver las lágrimas resbalando por sus mejillas.
Agarré lo que más cerca tenía (una taza) y la tiré contra el suelo, frustrado.
¿Qué diablos había hecho ahora?
Jisa salió del baño y me miró, aún llorando y con la cara enrojecida.
Miró a la taza, hecha pedazos en el suelo, luego a mí. Sonrió.
-Como esa taza, estás roto, Step. Estás tan roto como yo-Su voz sonaba triste, cansada.
-¿Qué? No, ¡no!
Ella me sonrió, era una sonrisa extraña.
-Entonces, ¿por qué le escribes cartas a tu difunta hermana?-Levantó un montón de sobres amarillentos.
Me quedé congelado. Mierda, se suponía que no tenía que averiguar eso.

Pink hair, dark soul.Where stories live. Discover now