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- ¡Yo no tengo derecho a salir con ese hombre! - replicó Dipper subiendo las escaleras a paso rápido, siendo perseguido por Bill y su semblante serio pero preocupado.

No era su intención, para nada quería dar prestado a Dipper para cubrir su mal uso de la consciencia y salvar a su hija de ser arrancada de sus brazos. Había buscado soluciones, intentó pensar en algo mayor que dar a Dipper y no recibir una demanda, pero no lo había. Pensó en matarlo, vaya que lo hizo, de las mil y un maneras, pero ese hombre casi tan conocido como él, tan famoso y lleno hasta el cuello de dinero. No había tenido opción.

Le explicó a Dipper que no era su culpa, que el destino de su pequeña hija estaba en sus manos, mejor dicho, en la forma en la que trate a Gideon esta noche.

- ¡Tienes que hacerlo!. Yo te pago, tu haces lo que te digo. - demandó persiguiendo, intentando no hablar tan duro pues Bunny estaba durmiendo. Quería agarrar al pequeño chico del cabello y obligarlo a ir, pero tampoco era una opción valida, el chico podría ir en su contra.

- ¡Es tu hija, no la mía!. Coge tú con ese hombre a ver si todo va como querías. - dijo con asco, entrando rápido a su habitación para luego intentar cerrarla. Bill golpeó la puerta y la abrió, cogió a Dipper de la cintura y lo apretó hacia él.

Quería forcejear, quería golpear al rubio y darle una buena patada en las bolas, pero su agarre era duro y se sentía con superioridad, poderoso. Aquellos ojos ámbar estaban debilitando su manera de pensar y razonar correctamente. Estaba cayendo poco a poco en sus encantos y eso era malo. Muy malo.

- Escuchame bien, Pino, eres mío y harás lo que diga, ¿está claro?. - sentenció con rudeza y apretó más el agarre de su cintura, podía sentir su fuerza hacer reaccionar su cuerpo y, sin querer, mandaba una corriente eléctrica que terminaba en su zona íntima. Odiaba tanto sus hormonas de adolescente.

- Yo no quiero estar con él...

- ¡Y yo no quiero que estés con él!. Pero, no me queda de otra. - dicho eso, besó con fervor los labios del castaño. Sentía la culpa alojarse en su pecho y apresar sus pulmones, sentía las ganas de desahogarse y en esos momentos, el cuerpo de Dipper era la mejor opción.

El castaño no tenía más opción que aceptar los terribles besos del mayor. No le apetecían en esos momentos. Sus ojos llorosos no le dejaban ver qué se supone que estaba haciendo Bill con su cuerpo, pero sentía y la sensación en su miembro no se le hacía nada placentera. Gemía y jadeaba porque su cuerpo se lo dictaba, pero mentalmente, en esos momentos, había olvidado el poco de cariño que le había agarrado a Bill. Por un momento, por unos días, se le había olvidado que todo era un juego. Que era sexo por dinero. Beneficios más beneficios, se le olvidaba que Bill podía hacer con su cuerpo lo que le diera la gana.

También se le olvidaba que el tenía un punto a favor contra Bill, pero por ese leve sentimiento que inundaba su corazón y le daba la forzosa reacción de respirar no lo hacía. Su cariño por Bill le impedía romperle el corazón.

[...]

Quería creer que hacía eso por Bunny, la pequeña estaba en esos momentos tras él haciéndoles unas torpes trenzas en el cabello. Aunque eso fuese lo más dulce del mundo y a cualquiera le sacaba una sonrisa, a él no. Su semblante se mantenía serio y su corazón latía a mil por hora, las manos le sudaban y sólo tenía mente para halagar falsamente a Bunny.

- ¿Saldrás con papi hoy? - preguntó la pequeña, bajándose de la cama para mirarlo frente a frente.

La pregunta no era extraña. La vestimenta de Dipper era lo que siempre usaba cuando salía con el rubio, ropa extremadamente ajustada y coqueta. En esa ocación, vestía de negro, unos jeans negros ajustados, una blusa de botones algo olgada y transparente pero negra, su piel se veía tan pálida y delicada. Cuando Bill lo vio temió que en cualquier momento sería roto en pedazos.

Please, Daddy『BillDip』Where stories live. Discover now