Nada que hacer.

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Un cielo azul profundo. Tan profundo que la cegaba al segundo. Rotundo zumbido en sus oídos por los constantes gritos de los vendedores en las calles de la concurrida Konoha y el hecho de que no podía moverse más allá de esto la estaba matando.

Su hermano se había calmado hace unos segundos, pero no era algo que se debía de ignorar así de fácil, lo sabía. En esos momentos debería estar débil y frágil, molesto consigo mismo por caer tan en fondo. Había practicado tanto con Ero-senin para que pueda controlar mejor el chakra del Kyubi, y perder contra él sería un gran retroceso para todo lo que había logrado hasta el momento.

Pero no podía saber lo que había ocurrido.

Desde su perspectiva algo salió mal. La red de información de Orochimaru era muy profunda, y lo que más era cierto es que él debía de saber que Sasori había muerto hace unos días. Eso sería una gran ventaja para él, ahora que su más fiel seguidor estaba libre, pero nadie podría adivinar esto. Y ella no podía decir nada. Por la última vez que lo vio estaba algo cansado por los preparativos del jutsu prohibido iba a practicar en Uchiha Sasuke y le había preguntado con una sonrisa sincera.

"—¿Quieres tomar su lugar?"

Él debió haber estado en esos momentos, en que Kabuto se iba a encontrar con "Sasori", estando sólo a unos pasos para ver como iban a resolver eso, y tal vez ver si ella estaba ahí, junto a su hermano. No entendía del todo el "experimento" en que según él la había metido, pero mientras no le estorbara no tenía muchos problemas.

Su vida cada vez se apagaba un poco más. No era lo suficientemente estable como para mantenerse por mucho tiempo.

—¡Oye, tú, ¿qué haces ahí?!— ese grito interrumpió sus pensamientos y divisó al levantar la vista la figura crecida de un adolescente con un gran perro a su lado.

—¿Kiba? Es una sorpresa encontrarme contigo por aquí.

—¿No debería decir eso yo? Estás cerca del territorio de mi clan, ¡acaso no te has dado cuenta? Si que estás distraída.

Un poco más la atrajo a la realidad para descubrirse en medio de calles llenas de colores y dibujos de niños traviesos. Se conocía al clan Inuzuka por ser extrovertido y travieso, amigable, como un perro, como sus compañeros de toda la vida. Tal vez por eso de verdad que se llevaba bien con su hermano.

Ahí fue cuando notó la mirada algo confundida y compleja de Kiba observando todo su cuerpo, de arriba a abajo, caminaba a su alrededor siguiendo con su mirada en ella e incluso se acercó mucho para olerla.

—¿Qué, por Dios, qué?— preguntó algo irritada por su comportamiento, lo apartó con su mano directo en su cara e incluso él se atrevió a olfatear su mano. La retiró en seguida.

—Es que de verdad me sorprende que seas mujer, siempre habías olido como Naruto, así que creo que por eso no me había dado cuenta.

Un perro. Ella se dijo. Un perro. Toda la vida ese sujeto había sido un gran perro. Pero siguiendo esa línea de pensamiento ni pudo evitar pensar si alguien como él, tenía ya a un dueño, y si ese dueño había sido capaz de manejarlo adecuadamente... no, mejor no pensar en eso. Ni siquiera su hermana podía aguantarlo mucho.

—Bueno, vivimos juntos y salíamos intercambiar nuestras ropas, no es algo extraño.

Había pasado un tiempo, tanto tiempo que ya había olvidado en algo las amistades que había formado en el pasado. Caminaron juntos, hablando y conversando, sobre misiones y experiencias en entrenamiento, sobre las nubes en el cielo y el sabor de la carne en diferentes lugares todo mientras Yume era encantada acariciando el pelaje suave y hermoso de Akamaru, que era el total orgullo de Kiba.

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