6. Waltz.

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—Disculpe, ¿Por qué me está abrazando, Señor?

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—Disculpe, ¿Por qué me está abrazando, Señor?

—Calla, déjame permanecer un momento más así —respondió Arthur, hundiendo un poco más la nariz en su pecho. Alfred sentía sus mejillas arder, al darse cuenta que él también abrazaba al joven de cabello áureo, sin entender la razón.

  Francis con dos aplausos por detrás de ellos, ordenó a los músicos a comenzar una melodía. Era un cuarteto de cuerdas que disipó un poco la incomodidad de los jóvenes reyes. Elizabetha se acercó dando pequeños brincos al ritmo y Alfred le sonrió a Francis; al instante, se sorprendió de encontrarlo con un atuendo de telas doradas y color blanco, junto a una capa naranja abrochada a su pecho con el símbolo de un diamante. Lo miró con atención y vio la corona de oro y joyas sobre su cabeza, boquiabierto.

—Francis... ¿Eres el Rey de Diamantes? —interrogó, absorto en el asombro.

Oui, mon ami, el mismo en persona.

—Eh... —se apartó un poco de Arthur y volvió a enrojecer sus mejillas. Se agachó ante ambos en una reverencia— ¡Mis más humildes respetos, Su Alteza!

  Alfred sentía sus piernas temblar, sin tener ni la más remota idea de cómo dirigirse a ellos. Lo más formal que había tenido que actuar alguna vez, era con su jefe de empresa y los profesores y superiores de la Universidad. Pero ellos vestían ropa de seda y terciopelo, cuero de animales, muchas joyas y oro, no tenían comparación. Eran de la realeza.

—Levántate, joven. Preséntate ante la Reina de Picas —dijo Francis, amable pero solemne.

  Alfred alzó sus ojos azules a Arthur, aclaró su garganta.

—Mi nombre es Alfred Jones. Acudí al castillo por ayuda, necesito regresar al lugar de donde provengo. Puedo revelar detalles de cómo me trajeron hasta aquí pero estoy interesado en saber cómo volver a mi... mundo.

  Arthur tomó su propio mentón con una mano, pensativo. Jamás le había ocurrido esto, se daba cuenta de que el chico no tenía idea de quién era y porqué llegó a su mundo desde el humano. Lo que era peor, deseaba retornar. Miró a Francis vacilante, ¿Qué podían decirle? No le advirtió sobre este asunto antes. Elizabetha se aproximó y dijo:

—¿Estás seguro de querer volver? Este es el momento crucial donde decides, Alfred. Creo que eres un chico inteligente y con curiosidad. ¿No sería fascinante conocer este Reino?

  Alfred la miró perplejo, al recordar que es lo que había estado pensando cuando despertó.

—Si decides quedarte, tengo una noticia para ti —comenzó a enunciar Arthur, elevando el mentón con dominio sobre sus palabras—. Alfred, tú eres el Rey de Picas. No fuiste traído aquí por nuestro Ángel Galder aleatoriamente. No lo sabes, pero naciste para pertenecer aquí. No llegaste, simplemente has regresado.

  Alfred torció la cabeza hacia un costado. Arthur que mantenía los ojos sobre él, realizó el mismo movimiento imitándolo, en un efecto espejo. El joven parpadeó, dirigiendo sus ojos azules al techo abovedado del salón; retrocedió un poco más, cruzando los brazos. Comenzó a caminar por el espacio, deambulando con la vista fija en sus pies. Los demás aguardaban expectantes, hasta que, para su sorpresa, Alfred se echó a reír.

Eternalism [Hetalia Cardverse]Where stories live. Discover now