Capítulo 3.

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— ¡Freya! —escuché como gritaron una vez más mi nombre.

Después de una noche inquieta no tenía ganas de levantarme de mi cama. Mi padre siguió insistiendo, y yo de vez en cuando asomaba la cabeza por las sabanas y me negaba por completo en pisar el suelo de la cocina para desayunar algo.

Pasé demasiado calor, y mis motivos fueron los siguientes; con el susto de conocer a Ethan, cerré las ventanas en pleno verano. Sí, porque estábamos casi en Julio, cuando el calor era más insoportable. Me aferré por miedo a volver a verlo...desnudo. Esa era una palabra que le sentaba muy bien a aquel chico, el nudismo.

Pesadamente giré a un lado quedando bien cerca de la ventana. Estaba muriéndome deshidratada y un vaso me salvaría la vida.

— ¡Paaaapá! ¿Me puedes traer un vaso de agua?

Él no respondió.

— ¿Papá? —soné más calmada.

Moví mis piernas, y una vez que quedaron en el suelo me calcé con unas zapatillas de estar por casa algo llamativas. Mi corto pijama se amoldó a mi cuerpo. Mi alocado cabello seguía alborotado, y no le di demasiada importancia.

La puerta de la habitación estaba abierta, así que sin pensarlo dos veces asomé la cabeza en busca del hombre que me molestó un par de veces a las ocho de la mañana de un domingo, y desapareció sin dar señales de vida.

Sobre la barra americana había unos cuantos muffins recién comprados. Serví un poco de café en mi taza favorita, con un poco de leche templada.

El sonido del baño me avisó que alguien se estaba bañando. Reí, mi padre siempre era un maniático de las duchas, solía hacerlo dos o tres veces después del trabajo.

— Acaba ya —dije con la boca llena—, o me terminaré yo sola el desayuno.

Él siguió sin responder.

Por suerte mi teléfono móvil sonó.

Atendí a la llamada.

— ¿Hola? —contesté adormilada.

— ¡Freeeeeya! —gritó Ginger —¿es cierto que estarás con tu padre todo el verano?

— Sí, desde el divorcio de mis padres no he podido pasar un tiempo con él. Además, solo queda unos meses para terminar el instituto —le di un mordisco más a mi desayuno—, con la universidad ni siquiera viviré con ninguno de los dos.

— Tienes razón.

Dijo mi amiga.

— ¿Querías algo? —pregunté una vez más.

— ¿Crees que podríamos quedar?

— Por supuesto —reí. —Te tengo que contar muchas cosas.

— ¿Cómo cuáles?

Curioseó.

— Tengo un vecino muy extraño —alargué la ultima vocal. —Va desnudo por su apartamento. Es sexy, pero se nota que es un imbécil de pies a cabeza.

Ambas reímos.

— ¿Cuántos años crees que tiene?

— Veinteañero —afirmé. —El problema es que me ha descubierto. ¡Te prometo que fue un accidente! Lo vi desnudo.

— ¿¡¡¡¡¡Qué!!!!!? ¿Entonces es muy sexy, muy sexy?

— Sí —agaché la cabeza avergonzada. —Después de eso, vino corriendo a presentarse. Y descaradamente me dijo que podía hacerlo en más de una ocasión.

— ¿El qué?

Ella estaba más nerviosa que yo.

— Verle desnudo.

— ¿Está loco? —rio.

— Imagino que sí —lamí mis dedos que estaban cubiertos de chocolate.

El sonido del agua fue disminuyendo. Parecía que mi padre se había dado cuenta que estaba charlando por teléfono, y también que hablaba de nuestro vecino.

En voz baja la cité para que viniera a rescatarme de la aburrida tarde que me torturaría.

— ¡Esperaaaa! —gritó exageradamente como lo era ella.

— ¿Qué, Ginger?

— ¿Por qué no quedas con él?

— Ni loca —me carcajeé—. Bueno tengo que dejarte, más tarde te llamo.

Y al finalizar la llamada unas gotas cayeron en mis mejillas.

Lentamente alcé la cabeza, en busca de los ojos de mi padre. No los encontré, encontré ojos pero no los de mi padre. Eran azules, llamativos, grandes y estaban muy abiertos observando mis movimientos.

Su oscuro cabello estaba húmedo por la ducha que se tomó en mi casa. Allí estaba mi vecino, con una sola toalla alrededor de su cintura, y una vez más desnudo.

¿Pero es que aquel estúpido no sabía que existía la ropa?

— Hola —saludó Ethan.

Yo hice lo mismo.

— ¡Aaaaaaah!

No, no saludé, solo grité asustada.

Primero me lo encuentro desnudo en su apartamento, aunque yo fui la culpable.

Segundo, era sospechoso que viniera a presentarse a mi propio hogar al darse cuenta que lo vi con sus partes al aire y sin nada que lo cubriera.

Tercero, aquel idiota por segunda vez estaba desnudo y en el apartamento de mi padre.

Teoría; estaba loco, así que solo me quedaba gritar.

— ¡Socorro! ¡Socorro! —tenía la esperanza de que mi padre saliera de su habitación.

No lo hizo.

Él enarcó una ceja confuso, esperando a que mi mano estrechara la suya o mi mejilla tocara la suya para darle un beso. Mis gritos aumentaron.

— ¿Qué te pasa?

Confirmado, era idiota.

Nadie se colaba en una casa y preguntaba "¿qué te pasa?".

— No te acerques a mí —le amenacé.

— Deja que te lo expliqué —intentó sonreír dulcemente, pero para mí solo era un pervertido.

Cuando lo tuve más cerca de mi cuerpo, mis dedos se aferraron a lo primero que encontré. Tiré y salí corriendo por todo el comedor dando vueltas por el sofá.

Ethan me seguía desnudo, así que grité más fuerte.

— ¡Paaaaaapá! ¡Socorro!

El chico seguía detrás de mí, corriendo más rápido, desnudo.

— ¡Paaaaaaaaaaaaaapá!

Dios mío, mi padre no aparecía.

— ¿Pero por qué corres? —no era lógica esa pregunta, y más cuando me seguía sin nada cubriendo su vara masculina...en otras palabras, con su pene.

— ¡Déjame en paz, pervertido!

— Pues dame la toalla y no estaré corriendo detrás de ti .

Y Ethan fue más rápido que yo. Me cogió del brazo y cuando sentí sus dedos tocando mi piel, me moví bruscamente provocando que me cayera encima.

Estaba encima mío, sin nada, desnudo y mojado por el agua.

Hice algo más.

Gritar desesperadamente mientras que sus ojos azules me observaban sin pestañear.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora