Capítulo 15

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DISCLAIMER: Los personajes y situaciones narradas en ésta historia no me pertenecen, ésto es propiedad de Fernando Gaitán y RCN, yo solo escribo para mi entretenimiento y sin fines de lucro. Los únicos personajes de mi autoría son Esmeralda Galván y Andrés Rovira.

Ésta vez no tengo justificación del por qué he tardado tanto en actualizar, he tenido mil cosas que hacer, personas que ver, cosas que robar (?) y hasta ahora les he traído el siguiente capítulo de Beatriz Pinzón, aquí las cosas comienzan a ponerse mejor y aunque me ha costado 15 capítulos llegar a la parte interesante, estoy segura de que les encantará éste cap, tanto como a mi el escribirlo!

Les dejo la lectura!


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Capítulo 15


El sonido insistente que producía Nicolás con la funda de su celular nuevo, estaba cansando a más de uno de los presentes que compartían la mesa aquella mañana y la castaña le estaba echando una mirada matadora que producía mayor énfasis en pegar y despegar la tapa del artefacto. — ¡Microlax! ¿Ya quiere callarse? Deje eso y póngase a comer — tras el regaño de Don Hermes, Andrés rió entre dientes acompañado de la mexicana. Betty se llenó la boca de jugo para ahorrarse la carcajada.

Al poco rato, las mujeres más jóvenes del comedor se apresuraron a tomar el camino que las llevaría a su trabajo, el inseparable amigo de ambas y vecino de cuarto de la Galván, se apresuró en seguirlas — ¡Chicas! Háganme un favor, márquenme al celular — volvió a hacer sonar su desesperante funda para enseñarlo y golpear la pequeña pantalla con su dedo.

— ¿Y para qué? — respondieron ambas a coro, se miraron por unos segundos con gracia. — Es que tengo el celular, pero nadie me llama — replicó el ya-no-tan-esperpento-de-la-naturaleza mostrando el aparato fuera de su funda — quiero estrenarlo — sonó la singular risa del Mora, cuando un sonido particular proveniente del aparatejo les sorprendió a los tres amigos.

— ¡Aló, aló! ¿Diga? — un entusiasmado Nicolás colocó su mejor pose aunque la persona al otro lado del teléfono le pudiera ver. La voz aterciopelada de Andrés logró que la morena se asomara por encima del hombro del colombiano. — Estimado Señor Nicolás, le recordamos que a las señoritas Beatriz y Esmeralda está por dejarlas el bus, por lo que le recomendamos regresar al comedor a terminar su desayuno, antes de que me vea obligado a restringirle la entrada. Por su comprensión, gracias.

Al término de tan inesperado mensaje, Nicolás se abalanzó al empresario que les acompañaba ese día mientras las dos chicas se apresuraban en tomar su camino a EcoModa, después de todo, estaban a pocas horas del lanzamiento de la nueva colección de Hugo Lombardi, persona, que por cierto, la mexicana no había molestado en un buen rato, quizá antes de que fuera al sitio del evento, podría cabrearlo un poquito.

Las cosas pintaban bombi para Esmeralda, a la entrada del ascensor, miraba a la oruguita de Hugo quitando a todo mundo de su camino y a paso veloz — ¡Don Hugo! — le llamó a viva voz — ¡Don Hugo! — le vio hacer un puchero nada masculino y girarse de mal humor. — ¡¿Qué quiere?! Esmeralda se acercó presurosa a la salida del estacionamiento deteniéndose a los dos pasos del diseñador. — Lo he olvidado, seguramente no era nada importante... — se encogió de hombros y dio media vuelta con una ancha sonrisa en el rostro.

— ¡Ay, ésta mustia quitándome el tiempo! ¡Y usted no se quede ahí parado y muévase! — gritaba todavía más estresado al tiempo que se perdía tras la puerta. Tarareando una de las canciones que había escuchado en el bus de camino a la empresa, salió del elevador completamente divertida y decidida a encontrarse con su mejor amiga. A la entrada de la oficina de Armando, una Marcela con cara de pocos amigos se acercaba a paso firme. Sin esperar a ser invitada, les siguió escuchando parte de la discusión.

Yo, ¿en Betty la Fea?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora