4. ¡Sí, señora!

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¡Sí, señora!

Desde que Nora había llegado a la ciudad, casualmente yo tenía problemas para encontrar tipos de los cuales alimentarme

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Desde que Nora había llegado a la ciudad, casualmente yo tenía problemas para encontrar tipos de los cuales alimentarme. Dudaba que fuese una "vampira" tan eficiente como para haberme encargado de todos ya. Para mí, en definitiva, ella tenía algo que ver.

Así que llegó el jueves; no estaba bien alimentada, no tenía energía acumulada para aguantar siquiera caminar cerca de Luca y terminé vistiéndome con falda en la noche y saltando por la ventana casi sin ser, en realidad, sensata.

Fui a un club. A uno malo, con música horrible, con mujeres con menos ropa de la que yo tenía, que se exhibían como mercancía, porque allí lo eran, y hombres que eran capaces de cualquier cosa. En los rincones oscuros, parejas y grupos más grandes hacían cosas que no quería ver.

La verdad, es que había pasado por mucho durante todo ese tiempo, había visto demasiado, pero la energía que emanaba del sexo, aunque era fuerte y poderosa, me repugnaba. No pensaba acercarme para verlos haciéndolo con tal de tener vida, ni en chiste. Hasta ese momento, pensaba que sería distinto si yo misma tuviese sexo con un humano que estuviese fabricando su energía a partir del mismo acto. Era una idea fugaz que tenía cuando estaba en sitios así.

Como la gente estaba en lo suyo, empecé a tocar a todo el mundo. Robé a tantos en una hora que perdí la cuenta. Me senté allí, en la barra, a mirar a los que todavía bailaban, con muchas drogas y alcohol en sangre, generando más y más vida para mí. Cuando robé de una chica que después se desmayó a mi lado, producto del combo de drogas, bebidas y la energía robada, entré en razón y decidí marcharme. Todo ese rato había estado pensando con frialdad, dejándolos divertirse, arruinarse, alterarse y más, para poder alimentarme. Y ni siquiera eran malas personas, únicamente se debían cosas a ellos mismos.

Apreté los labios mientras volvía a casa, con un nudo en el estómago. Me sentía super bien, estaba llena y radiante, porque había atacado a más de cuarenta personas, robando entre lo mínimo —lo que a veces le sacaba a mis compañeros en el colegio— y lo medio, ya que no dejaban de producir. Pero había sido egoísta y otra vez la culpa flotaba sobre mí.

No dormí y esperé al viernes con una sensación de reproche que me hizo desestimar mis ganas de conquistar a Luca. Tenía fuerzas para soportar su vitalidad, pero a costa de haberme aprovechado de otros. No me hacia gracia.

Terminé en la iglesia otra vez, en el último receso entre clases. La campaña ya había sonado al menos dos veces, pero no quise moverme. No quería mirar a la cara a nadie, no quería que me vieran tal y como yo me sentía, así de desgraciada.

—¿Puede ser que sea tan... tan...mala? —me quejé, de la nada, en voz alta. Agité las manos en el aire y al final bufé—. Solo quiero tener una vida normal. Estar con mis amigas, estar cerca de un chico... Pero, ¿cómo va a funcionar si cada vez que estoy desesperada soy capaz de ir por todos sin importar nada?

Suspiros Robados (Libro 1) [Disponible en librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora