7. Fugitivos

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Un mes había pasado desde que los siete se vieron obligados a separarse, incomunicados el uno del otro, siendo tan solo consientes de la pareja que habían elegido. Hoseok, Taehyung y Jungkook probablemente han escapado a Japón, a una de las múltiples casas de la familia Jeon. Jin y Namjoon tal vez estaban en alguna ciudad de estados unidos, pero para Jimin y Yoongi era una historia completamente diferente.

— ¿Estás seguro que es aquí? — preguntó el mayor con algo de nervios en la voz — No parece un lugar muy...

— ¿Espiritual? ¿Limpio? ¿Real? — contraatacó el menor — ¿Hyung... no recibió sus tatuajes en un templo?

Cuando el mayor iba a responder, un hombre de edad, abrió la puerta vieja y desgastada. Estaban en una de las provincias más recónditas de Corea, buscando un templo budista o cualquier cosa que se le pareciera.

— Los estaba esperando — Dijo el hombre solemne — No tenemos mucho tiempo. Síganme.

La blanca, larga y pálida mano del mayor apretó la pequeña y esponjosa contraria, tratando de infundir confianza y llamando a que le siguiera.

— Siéntense — pidió el anciano extendiendo sus brazos hacia el suelo, en la estancia más grande de aquella vieja construcción. Las paredes eran de roca sólida y el pasar de los siglos era observable si se detallaba el musgo y la vegetación que crecía en ellas.

Yoongi podría jurar que había una cascada en algún lugar que logró relajarle junto al sonido de unos extraños pájaros.

— Veo que se han relajado. ¿Un lugar maravilloso, no creen? — Las dos cabezas asistieron al unísono haciendo reír al viejo hombre. — Iré al grano, ustedes como Dihantar tienen una tarea que deben descubrir por cuenta propia, pero dadas las circunstancias deberé ayudarles un...
— ¿Dijan qué? — interrumpió Yoongi con el ceño fruncido.
— Con Hache muchacho, como los americanos, suena más suave que al pronunciarse con Jota. Como les venía diciendo la tarea de los Dihantar es tan antigua como la vida misma y es su deber...
— No entiendo — refunfuñó el peliblanco. Sintiendo a Jimin apretarle el brazo — No se de que tarea hablaba ni que carajos son los Dihan como sea que se diga, sólo queremos saber porque tratan de matarnos y como hacemos que nos dejen en paz.

— ¿El tatuador nunca les explicó? — preguntó el anciano ahora molestó también — Quien sea que cedió su poder a ustedes debió decirles que tenían que buscar a los-

La conversación fue cortada, por un estruendo que los levantó de repente. Por primera vez en su vida Yoongi sintió miedo, Jimin nervioso pero valiente mantuvo la compostura esperando ver un tanque, porque esa era la única cosa que tendría la fuerza para derribar aquel lugar.

El corazón de ambos se detuvo en un solo latido en el momento en que lo vieron. No había tanques, autos ni armas, eran sólo hombres que fácilmente podrían verse como humanos, pasando desapercibidos, lucían como Ángeles pero de la muerte. Iris rojos como el fuego, pieles blancas como la nieve, cabello negro como el carbón y una sonrisa macabra. Un halo blanco arropaba sus pies, lucía como neblina, blanca y espesa. Un olor nauseabundo inundó el aire, azufre y muerte era lo único en que era posible pensar.

— Tachet — susurró el anciano a su lado.

La pareja lo volteó a mirar presa del pánico, esperando una respuesta esperanzadora. 

— ¡Corran! — les ordenó — Sabrán qué hacer cuando llegue el momento, el instinto de un Dihantar jamás le traiciona. — Diciendo esto se convirtió en otro hombre, frente a sus ojos aquel viejo y calvo monje se transformó en un hombre alto y delgado con largos dedos. Aterrados Yoongi y Jimin arrancaron a correr, sin rumbo, sin idea de lo que les esperaba el futuro.


 Maratón 1/2

El chico del tatuaje «Yoonmin»Where stories live. Discover now