20. Solemnity.

251 33 66
                                    

  Con el cabello alborotado por el viento, Alfred tiró de las riendas y el caballo giró, pasando por la posta donde pudo cortar la bandera

Hoppla! Dieses Bild entspricht nicht unseren inhaltlichen Richtlinien. Um mit dem Veröffentlichen fortfahren zu können, entferne es bitte oder lade ein anderes Bild hoch.

  Con el cabello alborotado por el viento, Alfred tiró de las riendas y el caballo giró, pasando por la posta donde pudo cortar la bandera. Su entrenamiento como jinete, supervisado de cerca por el Seis de Picas, se trasladó hacia el amplio campo de lavandas, que lindaba entre la parte trasera del castillo y el bosque de robles. Temprano al amanecer, el Seis plantó falsos enemigos y obstáculos de madera para que el monarca practicara. Alfred exclamó su victoria, comprendiendo las peripecias de cabalgar y alzar una espada al mismo tiempo. Creyó que sería sencillo, pero descubría con entusiasmo cada nuevo día, un reto distinto que proponerse.

  No obstante, la alegría de lograr sus metas se disipaba con rapidez y tensión, al instante que regresara al castillo a fingir indiferencia a los tratos hoscos de su reina. Además, sus únicos intercambios consistían en regaños y nada más. No se dio cuenta, pero su expresión se tornó en una triste parquedad, recordando sucesos que ya tenían poco más de un mes.

—¿Sir Alfred? —consultó Yongsoo, acudiendo a su sitio a lomos de otro corcel; uno alto y de trenzas, destinados a la Corte—, ¿Se encuentra bien, su Majestad?

  Alfred negó con la cabeza, recobrando su sonrisa y disimulando.

—Claro, ¿Lo hice bien? —maniobró su espada en el aire, demostrando su dominio del arma. La cuchilla resplandeció reflejando el sol y las gemas de zafiro, topacio y lapislázuli brillaron en la empuñadura, labrada con detalles de picas negras entre dos aspas que parecían alas. Alfred reacomodó los dedos, acostumbrado al aplique de cuero para ajustarse a su mano—... Parece que aprendo rápido.

—Ciertamente, su Majestad —admitió Yongsoo. Pensó en lo que opinaban todos en la Corte: Alfred parecía haber nacido para pertenecer a la realeza, incluso desde el mundo del cual provenía—. Ahí viene el Ace —agregó, con una sonrisa plena al verlo llegar.

  El Ace traía una elegante capa azul que ondeaba con el galope de su caballo blanco. Su cabello rubio claro atado con un listón violeta, lucía su rostro despejado y contorneaba sus ojos amables, el reflejo dorado de sus anteojos. Traía en su costado unas alforjas, de donde extrajo al llegar a ellos, unas botellas de deliciosa agua de menta con hielo, además de unos bocadillos de pan rellenos con carne y verduras.

—¿Acaso se les pasa la hora? —dijo finalmente el Ace azul—, ya casi es mediodía.

—Lamento generarle inconvenientes a su Majestad por mi descuido —se dirigió Yongsoo a Alfred, que apenas balbuceó con la boca llena, restándole importancia. Tragó rápido y señaló hacia la zona del bosque, en un gesto casi infantil.

—¿Por qué no vamos hacia la costa? —propuso—. Quiero ver el océano.

  Su Ace y el Seis aceptaron, acabándose los bocadillos y guardando las botellas para partir; los corceles galopando y la brisa marina llegando a sus narices con agrado. Recorrieron al galope los senderos hasta encontrar la carretera de tierra, cuyas paredes se hundían y dejaban ver las raíces de los árboles aledaños.

Eternalism [Hetalia Cardverse]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt