Capítulo 5.

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—    ¿Estás preparada?

Miré una vez más a mi amiga. Ambas nos encontrábamos bajando las escaleras del edificio donde pasaría las vacaciones de verano. Con vestidos llamativos, el cabello recogido para dar más atención al suave maquillaje, bajé aceleradamente con los altos tacones que elegí para la noche.

Ni siquiera sabíamos dónde tomaríamos algo. Ella cumplió los dieciocho, y yo seguía siendo menor de edad, así que nada de copas.

Entre la multitud recordé la invitación de Ethan, y cada vez nos acercábamos más al lugar. No le conté nada a Ginger, de momento era un pequeño secreto, incomodo pero secreto.

Ese chico era extraño, sabía como ganar la atención de las personas, e incluso el respeto, ya que con mi padre lo consiguió.

Un enorme cartel entrecerró mis ojos, la luz era fuerte, llamativa, y sobresalía una pierna que se movía de un lado a otro junto al nombre del club. Estábamos delante del trabajo de mi vecino.

Tragué saliva como una estúpida asustada. Él no me iba a ver, y mucho menos si seguía afuera escondiéndome.

—    Mejor sigamos un poco más —intenté tirar de su brazo pero ella frenó.

Ginger se cruzó de brazos.

—    Pareces asustada.

—    ¿¡Yo!? —reí nerviosamente—. Tonterías.

Seguí mirando a un lado, no quería posar mis ojos ante la enorme puerta que te invitaba a pasar a un lugar donde los camareros terminaban desnudándose.

Un joven atractivo salió con unos folletos entre sus manos. Cantando una canción se acercó hasta nosotras, dejándonos ver su enorme sonrisa y el encanto que lo acompañaba.

—    Hola chicas —guiñó un ojo—, ¿queréis tomar algo? Tenemos dos por uno en copas para todas las chicas guapas.

Me reí ante su técnica de márketing.

—    No graci...—dije.

—    ¡Vale! —Ginger se perdió en los ojos negros del "camarero". — ¿Has visto que guapo es?

Asentí, y ante un descuido cerré la puerta que abrió el chico.

—    No quiero entrar. Vámonos.

—    ¿Por qué?

—    Porque no me gusta el lugar —me mordí el labio. —Por favor.

—    ¡Oh, vamos! Te lo suplico, Freya, es mi cumpleaños.

Una voz me sorprendió.

—    Sí, tu amiga tiene razón —era el chico que consiguió convencer a Ginger. —En Poom's os cuidaremos muy bien.

Siguió con el guiño de ojo, hasta pensé que tenía un tic nervioso.

Con los labios apretados, los brazos cruzados por ser obligada a algo que no quería, entré al famoso club donde Ethan, el encantador vecino que tenía, trabajaba para supuestamente pagarse la carrera universitaria.

Me adentré casi con la cabeza baja, dejando que el poco flequillo que tenía, ocultara parte de mi rostro.

Otro camarero se acercó a nosotras, y con la misma simpatía que todos, nos guió hasta la mesa donde tomaríamos unas cuantas copas por un precio bajo. Nerviosa escondí mi carnet de identificación.

—    Ahora que me acuerdo —dejó de alzar el brazo—, ibas a hablarme de tu vecino, ¿no?

—    ¿V-vecino? —ella asintió. —Qué va.

—    Estás muy rara, Freya.

— No lo estoy —cogí el folleto y me cubrí con el.

De repente las luces del lugar se apagaron, dejando un foco en concreto que iluminaba la parte del escenario. Podía sentir como las piernas me temblaban, y como una cría de cinco años, volví a recaer en mis momentos felices, y al parecer uno de ellos fue ver a Ethan desnudo.

Apreté mis dientes esperando que la imagen se esfumara de mi cabeza, cuando de repente una voz que conocía a la perfección resonó en mis oídos.

—    Buenas noches —estaba delante. Ethan se inclinó, dejando que su traje se apretara en sus fuertes brazos. —Veo que has venido —susurró en mi oído.

—    No estoy aquí por ti —por suerte Ginger estaba mirando al escenario, atónita ante los bailes de los camareros que subieron.

—    ¿Crees que soy estúpido? —su risa volvió de nuevo. —Está bien, mocosa —lo miré. — ¿No te importará que saque a tu amiga ahí arriba, verdad?

—    ¿¡Qué!?

Llamé la atención de ella.

Ethan peligrosamente caminó por detrás de mi asiento, y con la misma seguridad de siempre, usó la misma técnica que llevó a ganarse el respeto de mi padre. Cogió la mano de mi mejor amiga, y con su estúpida sonrisa, la levantó del asiento para llevársela con él.

En ningún momento rompió el contacto visual. Los enormes ojos de Ehan se clavaron en los míos, mirándome por encima de su hombro a la vez que sabía que no tendría nada más que hacer salvo enfurecerme.

¿Pensaba que estaba celosa?

Él cogió a Ginger por la cintura, subiéndola al escenario y cuidándola como a una princesa. Mientras que a mí, me sacaba de mis casillas.

La música sonó, y el espectáculo empezó.

Sus labios se movieron.

Entendí lo que dijo.

—    ¿Podré besarla después del baile?

Se giró, y los dedos de mi vecino volaron hasta los blancos botones de su camisa. Iba a volver a verlo desnudo, pero en esa ocasión estaba muy lejos de mí.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora