5. Mentalizarse

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Mentalizarse

El fin de semana lo arranqué con mucho optimismo

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El fin de semana lo arranqué con mucho optimismo. Me duraba la cantidad de energía que había tomado en la madrugada del viernes y, sobre todo, me duraba la charla genial que había tenido con Luca en el colegio.

Pero, llegados a la noche del domingo, me picaba el pecho y me sentía ansiosa, como siempre. Empezaba a necesitar más y consideré que no había hecho bien en quedarme en casa el sábado también, como una persona normal.

Lamentablemente, en la ciudad seguía habiendo una especie de sequía de malhechores y depredadores. No me crucé a ninguno y el lunes por la mañana, sin dormir, con más picazón y bastante nerviosa por la energía de los que me rodeaban siempre en clase, me la pasé bufando.

—Tienes orejas —me dijo Edén, que al parecer no estaba tan enojada conmigo ya. Asentí, bien cansada. Me había mantenido bien apartada de todos aquellos que de por sí tenían más vitalidad, como Luca y Lora, por ejemplo, y ese día en particular Alan, porque al parecer estaba eufórico por algo.

—¿No dormiste anoche? —preguntó Cinthia, algo tímida.

—No.

Caroline se inclinó hacia mí, desde su mesa de trabajo, a mis espaldas.

—Oye, ¿estás bien? Después de lo del viernes casi ni hemos hablado.

—Estuve hablando mucho con mis papás —me limité a decir. Lo cuál había sido cierto. Mamá y papá me obligaron a repetir la historia, a contar todo lo que había pasado y como había conseguir escapar del violador. Mientras lo hacía, desee que esa fuese la historia real. Nunca había logrado escapar de él.

Con lo dicho, Edén pareció molestarse otra vez conmigo, pero no dijo nada. Todo el curso se había enterado de mi ataque de pánico y pensaban que no estaba bien de la cabeza. Lo que a mi me dolía era jugar también con ellas solo porque se me había pasado la hora. Ya les mentía demasiado.

—Serena... —Cinthia tocó mi brazo, con su dulzura de siempre—. ¿Segura que no quieres hablar con nosotras?

Traté de no encogerme ante su tacto, aun cuando fuese a través de la ropa.

—No te preocupes, estoy bien. Hablé mucho con mis padres —repetí— y estoy tratando de estar tranquila para que no me envíen a un psicólogo.

—Es que quizás lo necesitas —dijo Edén, apoyada en el respaldo de su silla. La profesora ingresó al aula y se la pasó llamando a Alan, que todavía estaba fuera.

Me giré apenitas.

—Sí, quizás sí. Pero no quiero ir —susurré—. Les contaré todo, se los prometo, solo que no aquí, no en el colegio.

—¿Y entonces? —Caroline se cruzó de brazos, justo cuando Alan entró y dirigió su mirada socarrona a mi cara.

—¡Serena! ¿Cómo estás? ¿Menos loca hoy?

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