7. En su sitio

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En su sitio

Corrimos por la calle, olvidándonos por un momento que estaba semi desnuda y que mi chaqueta y mi camiseta habían quedado en la terraza

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Corrimos por la calle, olvidándonos por un momento que estaba semi desnuda y que mi chaqueta y mi camiseta habían quedado en la terraza. Después de dos cuadras, llegamos a una plazoleta desierta y frenamos. Él estaba agitado y yo me estaba mirando. Estaba hecha un desastre.

—Carajo, esa chaqueta era de cuero —murmuré, pasándome los dedos por la piel. La falda se me había subido un poco con la corrida y los saltos, para colmo, y ahora la tenía casi dejando ver todo mi culo... a Luca, que estaba detrás de mí.

—No sabía que te vestías así para salir en las noches —dijo, recuperando el aire, mientras yo me estiraba la falda hacia abajo—. Bah, nunca imaginé que una de las chicas más aplicada del colegio se vistiera así... —añadió, rascándose la cabeza—. Un poco prejuicioso, ¿no?

—A los degenerados les gusta —repliqué—. Una chica joven, sola, en falda y casi sin ropa... Pf, es solo atraer moscas con miel.

Me cubrí un poco el brasier con las manos, más pudorosa, porque estábamos en medio de la calle y, si lo veíamos así, parecía que me habían matado otra vez. Luca camino hasta mí, antes de que me volteara, y me pasó su propia campera, de algodón abrigado. Se quedó en mangas cortas, a pesar del frío y me sonrió con tristeza.

—¿Todas... las noches haces esto?

Estiró la mano y la pasó por mi mejilla. Primero pensé que me estaba acariciando y di un respingo. Después, me di cuenta de que me estaba sacando manchas secas de sangre de la cara.

—Casi todas —conté—. Algunas, aunque salga así, no encuentro nada.... A nadie, quiero decir —gruñí, dándome con la palma de la mano en la frente—. Ya hasta parece que hablo de ellos como cosas. Soy terrible.

Él frunció el ceño y dejó caer el brazo.

—Oye, Serena, si tu hiciste todo eso... ¿eres consciente de que realmente has limpiado una ciudad completa? Las noticias lo dicen todo el tiempo. Encuentran a ladrones, violadores y gente con pedido de captura desmayados por la calle, servidos...

—Y también maté a otros.

—Merecían lo que les pasó —me interrumpió, llevando la mano con la que me había limpiado la cara al hombro—. Eso no es ser terrible.

Tomé aire y me mojé los labios.

—No... pero cuando estoy desesperada, cuando no encuentro a alguien, termino robando energía de gente inocente.... ¡El otro día ataque a un grupo completo de jóvenes que solo estaban... vagando! Ellos no habían hecho nada malo, estoy segura. Termino viéndolos como presas. Me puede tanto la necesidad que incluso toco a los chicos en el colegio. ¡Eso sí es terrible!

Se quedó un momento callado y suspiró. Fue entonces cuando caminé lejos de él, hasta la única banca en la plazoleta. Me acomodé su chaqueta, me subí el cierre, para cubrir mi tatuaje y la piel desnuda, y me senté, con la sensación de ser una mierda de vuelta. Había estado trabajando tanto en eso...

Suspiros Robados (Libro 1) [Disponible en librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora