8. Casualidad

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Casualidad

Estaba feliz

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Estaba feliz. Tanto, que no salí de casa en todo el fin de semana. Miré la televisión hasta tarde, jugué a los Sims 3 durante horas y pasé un buen tiempo con mis padres en una cena en familia que hasta fue agradable. Me hicieron sentir cómoda y querida, para que olvidara mi mala experiencia.

Me sentía tan enérgica, tan completa y sobre todo tan soñadora que no necesité hacer nada para estar bien con mis necesidades y mis ánimos. La simple idea de no tener que salir a cazar y de que Luca me hubiese estado besado hasta el amanecer me dejaron en paz hasta el lunes.

Y el lunes no necesitaba nada tampoco. Llegué al colegio con una sonrisa, bien descansada y con muchas ganas de distraerme con mis amigas. ¡No tenía de qué preocuparme, después de todo! Luca me ayudaría, estaría bien, podría ser una chica normal.

En seguida, todas mis amigas se dieron cuenta de que yo estaba de buen humor, nada que ver con la semana pasada. Cinthia estaba contenta, super contenta con mi cambio, y Caroline y Edén se mostraron sorprendidas, pero agradecidas.

Antes de subir a nuestras aulas, vi a Luca en la fila de su curso. Lo saludé con la mano, con una sonrisa agradable, mientras él me guiñaba un ojo que nadie notó. Por supuesto, habíamos decidido guardarnos ese temita del intercambio de energía a los besos, por la causa, entre nosotros.

Nos cruzamos en el recreo, pero hablamos apenas, como si nunca nada hubiese pasado, solo que con una familiaridad que jamás habíamos tenido. Me palmeó la cabeza al pasar, porque obvio era más alto que yo y me preguntó si me sentía bien. De la nada, apareció Alan y Cinthia, a mi lado, que no entendía lo que sucedía, pasó a hiperventilar.

—¿Eh? ¿Sentirte mal, Serena? —se metió Alan—. ¿Qué pasa con esa cabecita tuya, eeeh?

Volvía a hacer el mismo idiota de siempre. Luca le dirigió una mirada irritada y Cinthia se quedó papando moscas.

—Eh, déjala en paz.

—Mi cabeza está perfecta, no tanto como la tuya. ¿O no desaprobaste Química otra vez, Alan? —lo ataqué—. ¿Qué va a decir tu mamá cuando se entere que te llevas la materia a diciembre de nuevo? —Mi mamá y la de Alan se conocían bien. Él y yo coincidimos en aulas durante muchísimos años, desde que éramos pequeños, y su mamá siempre se había puesto como loca con sus calificaciones. Recordaba muy bien cuando le decía: "¡Mira a Serena, que le va tan bien!". Creo que por eso Alan siempre intentaba burlarse de mí.

En efecto, la sonrisa de suficiencia de mi compañero se congeló.

—Qué te importa —contestó, tironeando de Luca en otra dirección.

Eso fue todo, pero no me preocupé. Al día siguiente, Luca me hizo un gesto con las manos, algo que no habíamos acordado, en verdad. Se llevó una mano al pecho, al esternón, donde estaba mi tatuaje, y luego levantó el dedo pulgar, moviéndolo hacia un costado para formular la pregunta: "¿Está todo bien?"

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