Capítulo 10

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Fue el ruido de una pelea lo que terminó despertando a Melody. Ella se levantó con dificultad, añorando más que nada volver a dormir e insultando internamente a las dos chicas discutiendo en el corredor afuera de su habitación. Nada como poner a un montón de adolescentes a convivir como para crear el caos. Frotó su cabeza sintiéndose tan aturdida y fuera de si, como si todavía no terminara bien de despertar y su cabeza estuviera algo vacía y revuelta. Miró el reloj sobre la mesa de noche. Casi las cinco de la tarde, nada más que un sábado bien desperdiciado. De no haber sido por los gritos fuera ella seguramente hubiera vuelto a la calidez de la cama y el sueño, abrazando las suaves mantas de su solitaria cama. Había tenido el más retorcido de los sueños. Pero la opción de volver a dormir era imposible mientras las chicas siguieran discutiendo.

Se estiró cuanto pudo y luego se levantó. Hundió sus dedos en la mullida alfombra del suelo, experimentando aquella extraña sensación de hipersensibilidad luego de haber despertado de un sueño demasiado profundo. Se giró solo para ver su cama mojada. Entonces, después de todo, no había sido un sueño. Aún así le restó importancia y dejó el asunto de lado con indiferencia. Era sábado, y la regla número uno de los sábados era que no había lugar para nada más que despreocupaciones. Y ella definitivamente no rompería las reglas.

Se detuvo para mirarse al espejo antes de salir. Su cabello estaba despeinado y olía a cloro, su pijama se encontraba completamente arruinado, y había algo en la  insulsa apariencia de la chica que le devolvió la mirada que simplemente le hizo fruncir los labios, disconforme. Por empezar necesitaba un buen baño entre muchas otras cosas. Pero ya solucionaría eso más tarde, primero tenía que sacar fuera de su puerta a las dos muchachas que la habían despertado de su maravilloso sueño a pesar de ser casi las cinco de la tarde. Cogió sus cosas para el baño antes de salir, mataría dos pájaros de un tiro.

—Veinte minutos, si para cuando vuelvo del baño siguen discutiendo en la puerta de mi habitación haré que se arrepientan de no haberme escuchado. No me importa cuál sea el motivo tienen todo el maldito dormitorio para discutir a gritos, no lo hagan aquí.

Las dos chicas la miraron totalmente sorprendidas, como si nunca antes la hubieran escuchado hablar o notado su presencia. Quizás aquello hubiera sido antes pero Melody ya no le encontraba sentido a ser silenciosa y pretender que no existía. Las ignoró y continuó con su camino directo al baño de chicas del último piso. La marca seguía allí en la pared a pesar de los esfuerzos adultos por limpiarla, y ella sabía que nunca se iría. Se quitó sus prendas y se metió dentro de una de las duchas, disfrutando de un baño caliente e incluso bailando al ritmo de The Rolling Stones mientras cantaba.

Música, necesitaba tanto la música. ¿Por qué había permitido que el silencio reinara tanto en su vida? La música era como la droga, una adicción en la que nada podía salir mal. Necesitaba música, y muy fuerte. La música nunca fallaba, era una fiel compañera que siempre encontraba el modo de darle color a la vida, que hacía arder sus venas y la revitalizaba. Y ella necesitaba una buena dosis de energía. Se perdió completamente a ella misma cantando, sintiéndose realmente viva por primera vez desde que estaba allí. La vida necesitaba color y arte y música y problemas para mantener la adrenalina y siempre tener una historia por la cual sonreír. La aventura valía eso.

Por alguna razón no le sorprendió encontrarse a Gabrielle cuando salió de la ducha. Ella estaba completamente pálida, luciendo como si estuviera viendo frente a frente a un fantasma. Melody estrujó su cabello y tan solo la miró fugazmente una vez antes de ocuparse de peinarse y examinarse bien en el espejo. Nunca había sido una chica atlética y sin embargo su cuerpo se encontraba en perfecta forma, sus músculos firmes y fuertes, y había ganado algo de peso en el tiempo que llevaba en la academia de modo que la piel ya no se pegaba a sus huesos. Aún podía recordar el estado en que se había visto al salir del hospital, su cuerpo demasiado débil y delgado lleno de golpes y algunos cortes.

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