Capítulo 11

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Ambos contuvieron la respiración cuando un agente pasó demasiado cerca de ellos. Sabían que estaba allí buscándolos, aprovechando la situación para evaluar a los presentes en caso de algún caso epecial. Aquello era lo peor, verlos deambular entre inocentes como halcones buscando sus próximas presas. Y ellos formaban parte de su menú. Se aseguraban de mantener un perfil bajo porque no dudaban que sus rostros debían de ser conocidos y buscados, al menos él. Y estaban atrapados dentro de aquel centro comunitario cuanto durase el huracán fuera, o cuanto ella estuviera herida. No podían huir, por primera vez realmente se encontraban atrapados y sin posibilidad de escape, y con el agente atento a cualquier anomalía.

Él miró rápidamente sobre su hombro solo para comprobar que el agente había abandonado su sección y volvió a concentrarse en la joven que tenía delante. Ella estaba aterrada, luchando por no llorar o demostrarlo, pero aún si no conociera el temor de sus pensamientos podría haberlo visto en sus ojos. Y aquello no tenía nada que ver con la feroz tormenta que estaba destruyendo la ciudad fuera, o su pierna totalmente ensangrentada a causa del profundo corte que tenía. Debía ocuparse de aquello cuanto antes, ella podía no decir nada al respecto, incluso haber insistido en caminar por su cuenta, pero sabía que le dolía como el infierno.

—Te conseguiré un doctor —dijo él y ella negó rápidamente con la cabeza.

—Ahora más que nunca no podemos llamar la atención.

—Hay cientos de personas heridas a causa del huracán, tú no eres la excepción.

—No, pero buscarán a mis padres o un familiar responsable.

—Puedo hacerles creer que soy tu hermano. Puedo hacer que piensen lo que yo quiera.

—No puedes tomar ese riesgo ahora, y no te gusta controlar a los demás —dijo ella y él miró su pierna herida.

—Menos me gusta verte así. Se infectará si no hago algo, pero tampoco puedo tratarte como siempre, no con ese agente cerca y atento a cualquier detalle que delate a alguien como nosotros. Y tú no estás en condiciones de sacarnos de aquí.

—Te irás. ¿No es así? —preguntó ella luchando por contener sus lágrimas—. Lo harás, no soy nada más que un peso muerto ahora mismo. No tengo que ser muy inteligente para saber que la mejor opción es dejarme atrás. No puedes cargarme en este estado, tan solo te retrasaré y seguro nos atraparán por eso. Te irás y me dejarás atrás.

Él se acercó más a ella y tomó su rostro entre sus manos. Sus ojos estaban llenos de lágrimas revelando su temor tan profundo, aquel que él conocía y ella no había dejado de pensar últimamente. Estaba aterrada por la situación, y le aterraba más que él la dejase sola. Estaba temblando, posiblemente no tardaría mucho más en tener fiebre y la manta simplemente no era suficiente para ella. Creía que era su culpa que hubieran terminado allí, cuando ella en realidad no tenía culpa de nada. Y esa misma joven que ahora mismo estaba muerta de miedo al no ser capaz de escapar de momento y ser consciente del agente cerca era la misma que había estado luchando cada último segundo por seguir adelante y no dejar que el miedo le ganara.

—Escúchame muy bien, yo nunca te abandonaré —dijo él—. Ni ahora ni nunca.

—Sería lo más seguro para ti hacerlo.

—Entonces tomaré el riesgo de quedarme.

—Eso es lo que las personas hacen, te dejan atrás —susurró ella y él apoyó su frente contra la suya.

—No yo. No tú. Eso jamás sucederá. Te prometí que estaríamos juntos en esto, y cuidaré de ti a costa de cualquier riesgo si es necesario. Me quedaré a tu lado, pase lo que pase, en las buenas y en las malas, en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad —dijo él y ella sonrió ligeramente a pesar de las lágrimas.

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