28. Final

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No pasó mucho tiempo antes de que el chico solitario deseara que esa luz se quedara permanentemente en su vida. Y la luz parecía feliz de estar a su alrededor, parecía brillar más brillantemente con cada día que pasaban juntos.
(A.S.)

* * *

Magnus había mirado los ojos de Alexander y su mano extendida, las palabras de Ragnor todavía flotando en el lugar: "Tú tienes a alguien esperando por ti allá afuera".

-¿Magnus? -Alec había insistido.

Magnus se sintió dividido. Eran sentimientos completamente distintos, el gran cariño y agradecimiento que sentía por Ragnor Fell, su amigo, casi un hermano, y lo que empezaba a sentir su corazón por aquel ángel ojiazul llamado Alexander Lightwood que había conocido en Edom.

No podía darle la espalda a su amigo ahora que más lo necesitaba. No podía dar media vuelta, tomar la mano de Alec, y dejar a Ragnor a su suerte.

Pero entonces Ragnor atrapó una de sus manos, la presionó y le dijo "Sigue tu camino, Magnus. Libre o preso, yo no podría estar más feliz. Siempre esperé el momento en que la luz llegara a tu vida, a tu corazón, que acabara con la oscuridad y la tristeza en tu vida. Esa luz tiene nombre y unos increíbles ojos azules. Ve con él y sálvate, deja que te salve".

Cuando dudó un poco más, él le dio un empujón inesperado que lo hizo trastabillar y caer en los brazos de su ángel. Los ojos de Alec se abrieron sorprendidos, pero lo tomó con cuidado hasta estabilizarlo. Sus manos firmes, pero, a la vez, suaves, como si no quisiera lastimarlo.

Antes de que volteara de nuevo hacia Ragnor, Alexander susurró en su oído: -No lo vamos a abandonar. Vamos a contratar a un mejor abogado que el tuyo.

Y Magnus no podía no confiar en él cuando su voz es tan dulce y su abrazo el mejor lugar donde ha estado.

Cuando miró a Ragnor de nuevo, él sólo les sonrió, y Magnus supo sin necesidad de palabras que no mentía cuando dijo que quería su felicidad aunque él estuviera preso.

* * *

Esa noche, en la cama de Magnus, por primera vez estaban en la casa de él y no la de Alec ni en un hotel.

Ambos fingían dormir. Era más fácil, más fácil que hablar, que encontrar las palabras correctas para decir todo lo que tenían que decirse.

El pasado de Magnus, tantos secretos, lo que lo había roto en tantos modos y hecho desconfiar del mundo.

El amor que Alec empezaba a sentir, no importa que se conocieran de hace tan poco tiempo. Él no solía tener ligues de una sola noche y lo hizo con Magnus. Él no pensaba entregar su virginidad a un desconocido, pero se alegraba de que hubiera sido este hermoso hombre. Él no solía abrir su corazón, probablemente porque había estado esperando al correcto y ese era definitivamente Magnus Bane.

Él no esperaba volver a verlo después de esa primera noche y haber despertado solo en la habitación de un hotel de mala calidad. Pero sucedió cuando fue llamado a su trabajo y el retrato que tuvo que hacer era él, el rostro del asesino era el hombre con el que Alec había dormido.

Una risita se le escapó con este último pensamiento. Ambos habían roto sus costumbres para hacer posible aquel primer encuentro. De no haber sido así, Alec habría hecho el retrato hablado del sospechoso sin involucrarse, sin dudar de su culpabilidad. Magnus, como muchos otros, no habría tenido una coartada incluso aunque era inocente, no habría tenido a alguien que confiara ciegamente en él como Alec lo hacía, con el corazón.

El rostro del asesino (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora