7. Gana

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—Estúpido —tajé todavía con enojo—, eso es lo que es

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—Estúpido —tajé todavía con enojo—, eso es lo que es. Un estúpido y un soberbio.

Catalina soltó una pequeña carcajada mientras sacaba su cartera y me entregaba un billete de cincuenta pesos.

—Pues te hizo ganarte cincuenta pesos. De haber sabido que a Aslan le gustaban contestonas, hubiese sido su altanera número uno cuando lo conocí —se rio.

Ambas cogimos nuestras chaquetas impermeables antes de salir. La tarde se había hecho eterna y finalmente a las nueve cerramos para dedicarnos a limpiar y dejar todo recogido para abrir la mañana siguiente.

Un día más de trabajo completado. A veces me invadía un poco la nostalgia al recordar que estaba a punto de cumplir los trescientos sesenta y cinco pronto.

No podía quejarme, Cata me había apoyado en todo desde el inicio, aun sabiendo lo complicada y atareada que podía ser mi vida. Mi jefe y el dueño del local, que no era mucho mayor que yo, también había sido comprensivo con mi situación. Los clientes eran cordiales y la ubicación del Café Porteño era ideal: no tardaba demasiado en llegar a casa.

Aun así, me sentía insatisfecha.

Pero yo sabía que ésta era mi única opción para sobrevivir. Nadie me contrataría con la mismas facilidades que me daban en este trabajo, nadie soportaría mis imprevistos, y en ningún sitio me darían, además, el derecho a jugosas propinas incluso los días en los que llegaba tarde o debía salir temprano.

Debía conformarme con este trabajo y comenzar a ser más agradecida con la vida por las oportunidades que estaba recibiendo.

Pero a veces era difícil.

—No tienes que pagarme —me encogí de hombros—, a fin de cuentas la sonrisa que me dedicó Aslan no fue de satisfacción o de alegría. Fue la sonrisa de alguien que se regocija en la humillación de otros.

—Acéptalos, reina del drama —insistió Cata mientras cerraba con llave la puerta principal del café—. Viniendo de Aslan, el ser más insípido del planeta, una sonrisa es lo más cercano a ganar la lotería.

Necesitaba el dinero, así que no esperé dos pedidas y me guardé el billete en el bolsillo.

—No más apuestas que lo involucren a él —le ordené enfatizando con mi dedo índice mientras caminábamos a la paradas de autobuses.

— ¿Estás de broma? Esto solo comienza, Prim.

Rodé los ojos sin ser capaz de adivinar el sinfín de cosas posiblemente absurdas que estarían cruzando por la imaginación de Cata en ese momento. A mi mente volvieron los ojos verdes con miel de Aslan y me pregunté porqué me miraba tanto en la cafetería el día de hoy.

Seguramente estaba planificando una manera fría y terrorífica de humillarme de nuevo.

¿En qué otra cosa podría pensar alguien tan lúgubre y soberbio como él?

Sacudí mi cabeza como si así fuera capaz de borrar la imagen de sus ojos y su pequeña sonrisa de mi cabeza.

Estúpido y soberbio, eso es lo que eres, Aslan.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora