22. Problema

66.5K 8.4K 1.1K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En algún momento de la tarde Aslan se fue de la cafetería. Se despidió de Belén y luego de Catalina.

Pero no se despidió de mí. Ni siquiera volteó a mirarme.

Muy maduro de su parte.

No mucho después de eso, Teresa, mi compañera de apartamento, fue a buscar a Belén para llevarla a casa.

Teresa siempre había sido muy cordial y amable con nosotras dos, y de hecho, como ella tenía todas las tardes y noches libres, me hacía el favor de buscar a Belén al colegio y cuidarla en casa.

Teresa conocía nuestro pasado, así que en realidad me convenía que a quien vieran buscando a mi hija al colegio fuera a ella y no a mí. De esa manera estaríamos un poco más... a salvo.

Esa noche cerrar caja, recoger, limpiar y acomodar la cafetería nos tomó más tiempo del debido. Así que salimos casi a las once de la noche. Para mi desgracia, del cielo caía una lluvia torrencial y por supuesto, no cargaba paraguas. Cata me acompañó en mi parada dado que como persona responsable, sí cargaba uno. No fue hasta que me monté en mi autobús que ella siguió con su camino.

Lo único bueno de la situación era que el autobús no estaba lleno así que pude sentarme con calma junto a la ventana. Como era de esperarse, pocos eran los transeúntes en las calles, todos quizás estaban resguardados en sus hogares. Dos paradas después, un pequeño grupo de personas entro al autobús y cuando estuvo a punto de arrancar de nuevo, alguien le hizo señas al conductor para que se detuviera pues un pasajero venía corriendo hacia nosotros.

Sentí compasión por aquella persona que estaría apresurándose debajo de la lluvia para alcanzarnos.

Junto a mi ventana pasó un joven corriendo. Estaba empapado y durante esa fracción de segundo que pasó a mi lado, solo pude apreciar su cabello castaño completamente mojado cayendo por su frente, una barba ligeramente descuidada, y una chaqueta impermeable color azul que me resultaba conocida.

Lo más extraño era que aunque estaba corriendo debajo de la lluvia, llevaba un cigarrillo entre sus labios, que parecía mojado también.

Cuando mis ojos se encontraron con él dentro del autobús, mis pulmones dejaron de funcionar y mi pulso se aceleró. Subí de inmediato la capucha de mi chaqueta y volteé completamente mi rostro hacia la ventana para que no me reconociera.

Comenzó a caminar por el pasillo de bus. Había un asiento vacío a mi lado, pero quedaban otros más así que no pensaba que fuese a escoger precisamente ése.

Pero lo hizo.

Un Aslan empapado se sentó a mi lado.

De reojo noté que guardó el cigarrillo mojado en sus bolsillos — ¿lo volvería a encender? ¿Era eso posible? — y peinó su cabello hacia atrás. Incluso en aquel momento sentía su colonia desde mi rincón. Él pareció no notarme durante un par de minutos, pero entonces sucedió.

El chofer frenó de golpe y casi estrello mi cabeza contra el asiento delantero. Logré apoyar mis manos primero con un miedo feroz a morir de una manera tan estúpida. Lo siguiente que sentí fueron unas manos sobre mis hombros jalándome hacia atrás.

— ¿Invierno? —preguntó cuando finalmente sus ojos miel y oliva se encontraron con mi apenas intacto rostro.

—Aslan —suspiré sabiendo que mi plan de esconderme había fracasado.

—Tan grande que es la ciudad y tan curiosas las casualidades.

No parecía alegre, pero tampoco molesto. Lucía... confundido, como si no estuviese seguro cómo reaccionar. Y creo que en aquel momento mi rostro era un reflejo del suyo.

—El destino y sus malas jugadas —aparté la vista volviendo a la ventana.

— ¿Dónde está Belén? —inquirió y por un segundo pensé que estaba preocupado. Pero él no tenía razones para preocuparse por mi pequeña.

—Se la ha llevado Teresa a casa en la tarde.

— ¿Teresa es tu amante entonces?

Volteé a verlo de inmediato sin entender porqué volvía con el tema.

—Creo que mis «amantes» no son asunto tuyo, Aslan.

— ¿Cuál es tu problema conmigo ahora, Invierno? —preguntó con el ceño fruncido y la miel ocupando gran parte de su iris— Para pedirme favores sí me tratas bien, pero de resto solo soy un desconocido más.

—Fuiste tú quién me ignoró toda la tarde —repliqué enojada—. En fin, me bajo acá. Adiós, Aslan.

Aquella no era mi parada, ni siquiera estaba cerca de ella. Pero sentí una completa necesidad de bajarme en aquel momento. En un santiamén me levanté y avancé hasta la salida del bus antes de que al chofer se le ocurriera arrancar de golpe.

La lluvia comenzó a mojarme de una manera casi violenta, pero en esa misma parada podía esperar al siguiente autobús que me dejara en casa.

El primer problema era que yo no había sido la única persona que se había bajado.

Aslan también lo había hecho.

¿Qué demonios pretende hacer ahora?

El autobús donde estábamos recién se había marchado y no pensaba quedarme a seguir escuchando las cosas que tenía para decir. Así que me di vuelta para caminar hasta alguna otra parada.

Segundo problema: Aslan caminaba detrás de mí.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora