Parte 3 La mujer en el espejo

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Por fin pudo estar tranquilamente en casa. Después de una semana de interrogatorios y visitas de policías, las cosas parecieron calmarse. Su madre también había dejado de llamarle por teléfono para importunarla.

"jime, ¿cómo te encuentras?¿Estas bien?¿Ya comiste?"

Eran sus preguntas favoritas. Al menos se le olvidó comentarle el hecho de que no estaba de acuerdo en que se hubiese venido a vivir sola a la gran ciudad. La verdad despues de todos los eventos ocurridos, quizas ella tuvo la razón todo el tiempo.

Como fuera estaba feliz de poder estar en su pequeño apartamento y disfrutar de un rico baño. Una ducha caliente fue la mejor forma de librarse de toda la tensión que cubría su cuerpo, pero dentro, en su mente no olvidaba los rostros de los jóvenes que habían perdido la vida presuntamente, ni del terror de esa madrugada.

Y esa extraña sensación de que en algún lugar, la enredadera le estaba buscando, para callarle y así no poder revelar ante nadie lo que había visto, los datos que ocultó al detective Preston en su relato. De todos modos por su cara no fue difícil adivinar que él no creyó nada de lo que ella le dijo.

Así era mejor, ella misma dudaba completamente de su relato y sobretodo de lo que vio al final.

Las palmas de las manos le escocían, se las había herido con la enredadera y los rasguños habían dibujado nuevos surcos en sus lineas normales. Se la habían curado en el hospital y le recetaron un analgésico pero aún así le picaban, un pequeño dolor que parecía decirle "No lo olvides", mientras el agua caliente caía de la regadera, Jimena Mistori se miraba las palmas de las manos y recordaba el rostro de la figura humana que había visto en el centro del agujero que se había tragado a los chicos.

"Dios mio, salvame" Jimena Mistori, lloró.

A veces lo que se necesita es llorar en la ducha. Cuando salió de esta, se sentía más liviana, tranquila. Alcanzó la toalla y se secó poco a poco, luego fue al lavamanos y procuró ponerse los vendajes en las manos, no era necesario pero así se sentía mejor, no queria ver los rasguños, apartaba de su mente aquel relato de Stephen King <<Soy la puerta>> descubría que no era para nada conveniente para ella, ser tan fanática de las historias de terror.

Entonces se miró al espejo, y todo su cuerpo se puso tenso, mientras las piernas le flaqueaban y el mundo se teñía de rojo, decir que su cabeza le daba vueltas sería un error, no era su cabeza, era el mundo el que daba vueltas ante el miedo al ver la mujer que la veía desde el espejo. Allí estaba, era ella, si es que se trataba de una mujer, el ser que se había llevado a los jóvenes, tenia la piel gris y perlada, antinatural, carente de ojos en las cuencas profundas, y lo peor de todo, lo peor de todo era su cabello, no era cabello... eran enredaderas, de ahí nacían las enredaderas que ella había tocado. Solo la vio un instante pero bastó para que Jimena se desmayase, cayendo en la desesperación.

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Antes del fin del mundoWhere stories live. Discover now