Capítulo 7

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9 de abril de 1816

Mis ojos se cerraban, estaba cansada pero tenía que hacer algo de movimiento, el doctor me había dicho que pronto me sintiera dispuesta, debía de caminar, de hecho, estaba volviendo a mi cuerpo, la señora Collins me daba alimentos especiales, pues según ella, esos me harían volver en forma pronto. Había dejado a mis hijos con la nodriza y la niñera, las tías de Damien habían ido al centro de la ciudad y Damien estaba con su amigo Greg, así que estábamos solamente nosotros.

Después de haber visto a Damien con los niños, me quedé dormida, y hasta el día siguiente fui a verlos.

Llevaba alrededor de una hora caminando, sentir la brisa fresca, estar entre los jardines, era algo que extrañaba del campo, donde salía a diario a disfrutar de los hermosos paisajes, aquí en Wellington también había unos paisajes que te dejaban sin aliento, pero debías de adentrarte entre los árboles, para eso también debías de ir cabalgando, extraño cabalgar, pero tengo que esperar un poco más para poder hacerlo.

Me senté en el suelo, frente a un hermoso rosal que desprendía olor a rosas frescas, cerré los ojos y me dejé llevar, hasta casi quedarme dormida, pero antes de hacerlo, me levanté, tenía que volver a ver cómo estaban mis hijos, además de que empezaba a tener hambre.

Caminé de regreso a casa, donde un sirviente se acercó a mí con carta en mano.

-Señora Becher, carta de los señores Williams.

-Gracias. -hizo una reverencia y se retiró.

Abrí la carta donde decía que se habían encontrado con unos viejos amigos, por lo que pasarían por lo menos dos o tres días fuera de Wellington, lo cual me puso nerviosa, pasaría tres días sola con Damien.

Suspiré resignada y seguí mi camino.

Pensaba en que llegaría a darme un baño y tal vez iría a el salón a leer un rato, después de haber estado mucho tiempo en el campo junto con mi madre y Danielle, quienes leen mucho, se me hizo un hábito, antes no era mucho de mi agrado, pero era lo único que tenía que hacer ahora, me sentaba frente a la cuna de mis hijos con un buen libro de romance, lo cual jamás me hubiese imaginado a mí así, pero vaya que las cosas cambian.

Llegué a la entrada donde vi al otro lado como venía Damien junto con Greg, quien al verme sonrió.

-Señora Becher, es un gusto verla. -dijo feliz.

-Señor Meller, el gusto es mío. -dije igual de feliz, me sentía feliz de verlo por alguna extraña razón.

-Me he enterado del nacimiento de sus bellos hijos, mis felicitaciones a ambos, espero conocerlos pronto.

-Muchas gracias, puede venir cuando guste.

-Gracias, ahora tengo que retirarme, ha sido un placer, espero volverla a ver. Damien, te veo pronto. -sonriente, se marchó, dejándonos en un incómodo silencio.

-Mis tíos estarán fuera por unos días. -me hizo saber, mirando al frente.

-Sí, lo sé.

Volvimos al silencio, no sabía qué decir.

-Señora... Camille. -el que dijera mi nombre me hizo voltear a verlo, él me miraba también. -me gustaría hablar con usted.

Mi corazón palpitó fuertemente, pero me controlé. -Claro.

Él asintió y señaló el camino a su estudio, aquel pasillo seguía viéndose oscuro, todo seguía igual. Miré cada detalle, recordando la última vez que había caminado por aquel pasillo. Él se apresuró a abrirme la puerta del estudio, donde corrió una silla para mí, me sentí un poco incomoda, estaba en un lugar, sola con él desde hace mucho no estaba sola con él, siempre estuve con alguna de sus tías, e incluso con Hanna.

Olvidar Mi Honor (D.M.H. 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora