❈ 16

6.4K 726 100
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Sajir se mostró bastante optimista con el estado de aquel chico. Había cosido la herida y solamente debíamos cuidar de que no corriera el riesgo de infectarse; tenía la mirada brillante y las mejillas arreboladas, con los ojos clavados en Eo durante todo el tiempo que estuvo hablando.

Incluso había conseguido bajarle la alta temperatura.

Ahora que habíamos cumplido eficientemente con nuestro cometido —salvar la vida de aquel desconocido del callejón—, nuevas incógnitas aparecían dentro de mi cabeza. Era evidente que Sajir no podía quedárselo allí, pues vivía con su maestro y el sanador podría convertirse en un auténtico incordio cuando descubriera que tenía un nuevo —y herido— inquilino. Lo que nos dejaba a Eo y a mí.

Mi amiga no podía aparecer de sorpresa en su casa, cargando con un desconocido; su madre y Cassian, especialmente él, montarían en cólera, asumiendo aún más riesgos.

En mi caso... era cierto que mi padre había vuelto a su rutina de pasar largos períodos fuera de casa, lo que me convertía en la opción más atractiva si necesitábamos un lugar dónde dejarle hasta que se recuperara lo suficiente y pudiera continuar con su camino, fuera el que fuese. Mi hogar no era demasiado amplio, lo suficiente para que pudiésemos sobrevivir mis padres y yo.

Eo se me acercó con timidez. Continuábamos en casa del sanador sin que el maestro de Sajir hubiera aparecido; no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que hubiéramos abandonado nuestras respectivas casas con el único —e inocente— propósito de acudir al mercado para hacer unas compras. ¿Estaría Cassian preocupado por la ausencia de su hermana? Me froté el rostro con fruición, imaginando la reacción de mi amigo.

—Sajir me ha prometido hacerse cargo hasta que mejore —me confió en voz baja—. Puede esconderlo en su dormitorio y cuidar de él.

Me giré hacia mi amiga con una expresión que no lograba ocultar el alivio de saber que todo lo que había empezado a maquinar dentro de mi cabeza no sería necesario. Eo me dedicó una sonrisa conspirativa y yo contuve las ganas de echarme a reír al comprender qué había sucedido para que el aprendiz de sanador hubiera aceptado a cuidar del desconocido mientras se recuperaba de sus heridas.

—Cualquiera diría que lo tienes embrujado —susurré a modo de broma.

Eo batió sus pestañas, quizá del mismo modo que había hecho con Sajir.

—Es mi encanto natural.

Un carraspeo sonó detrás de nosotras, sobresaltándonos. La sonrisa desapareció de mi rostro al girarme; Sajir nos observaba a ambas con una expresión demasiado seria para las circunstancias. De manera inconsciente me moví para cubrir con mi propio cuerpo a Eo; era posible que ella confiara en aquel chico, pero yo no lo conocía de nada... y podía traicionarnos en cualquier momento. El dinero podía resultar mucho más atractivo que mi amiga, y el horror que se vivía en aquellos barrios de la ciudad era un incentivo para volvernos los unos contra los otros.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora