ii. ii

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Don't leave again.

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Una tenue luz parpadeaba al final del pasillo, los ruidos de pasos se escuchaban abajo y los murmullos en el cuarto de al lado eran más sonoros. Un ruido se escuchó a lo lejos seguido de una luz verde, sabía que había pasado, pero quería negarse a creer que había pasado aquello y menos frente a él, con pasos temblorosos caminó por el pasillo, la luz que parpadeaba se apagó completamente, quería salir corriendo de aquel sitio, pero había algo que lo arrastraba hacia el piso de abajo, vaya error el querer seguir caminando.

Los cuerpos de varias personas estaban en el suelo, su cuerpo se detuvo al ver la silueta de su hermana con la mirada perdida, las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos ante aquella escena, toda su familia estaba muerta, se agacho cuando llego al cuerpo de su madre, estaba frio y su mirada en un punto fijo, observó al lugar donde los ojos cafés de su madre observaban y vio unos pies.

Su cuerpo se quedó helado al verse a el mismo con una varita en sus manos llenas de sangre, su cabello despeinado y los ojos negros, cerró los ojos y se negó a creer eso, pero al abrirlos se vio con las manos llenas de sangre y la varita, su cuerpo temblaba, había matado a su familia, era un asesino.

— No, no, no... —susurraba— ¡No!

— ¡James! —el nombrado abrió sus ojos y vio a su hermano frente a él. Albus frunció el ceño cuando James lo abrazó y comenzó a susurrar cosas sobre estar vivo, había veces en las que odiaba aquí su hermano se pusiera así de meloso y esta era una de las veces, el de ojos azules alejó de un empujón al mayor y le dio un zape— ¿Qué te pasa? No eran necesarias esas muestras tan... afectuosas.

— Claro... —susurró el azabache y soltó un suspiro— Olvide que ahora Aileen es la única que puede abrazarte, ¿verdad?

— Te odio. —dijo el menor con un notable sonrojo en sus mejillas mientras salía corriendo de la habitación de su hermano, James en otra situación se hubiese comenzado a reír, pero ahora mismo no podía dejar de pensar en aquella pesadilla que había tenido. Hace varias semanas que venían ocurriendo y comenzaban a cobrarle factura, su rostro se veía más cansado y su madre había comenzado a creer que estaba enfermando.

Salió de la cama y miró a través de la ventana, en el patio trasero de la madriguera se veían varias mesas, las cuales estaba seguro serian cubiertas por la enorme carpa que se posaba a un lado de estas, era el cumpleaños de su padre y la mejor manera de celebrarlo era haciendo una pequeña fiesta, una fiesta cuando hace unos días atrás encontraron a toda una familia de magos muerta. La simple mención o idea de aquella familia le hizo recordar lo que había soñado.

La puerta de la habitación se volvió a abrir y por esta entraba Dominique junto a Molly, ambas con una sonrisa, la de la rubia se borró al ver a su primo con aquella pinta de no haber dormido en siglos, mientras que a la pelirroja se le hizo divertido y una manera muy fácil de burlase del pobre azabache.

— No digas nada. —amenazó James a su prima que solo levantaba los brazos en forma de inocencia.

— No pensaba decir nada... aun. —comentó aun teniendo esa sonrisa en su rostro, por otro lado, Dominique había caminado hacia James para tocar su frente como si buscara señales de fiebre o de algún otro malestar.

El azabache escucho a su madre decir que la rubia volvería de Francia, pero tenía la esperanza de no encontrarla cuando estuviera aquí. No es que James odiara a Dominique, al contrario, la quería demasiado, el problema estaba en que ella era demasiado cariñosa y él siempre fue quien más muestras recibía, ni Louis que era su hermano recibía tanto cariño.

Con cuidado quito la mano de la rubia y se alejó de ella un poco.

— Estoy bien, Nique.

— Pues no lo parece, en San Mungo creo que encontraría personas con mejores pintas que la tuya, te ves tan...

— ¿Feo? ¿Horrible? ¿Espantoso? —interrumpió Molly.

— Entendí. —dijo James mirando a su prima, ella rio y salió por la puerta olvidándose completamente de lo que tenía que decir, por eso cuando la rubia se propuso a seguirla recibió el susto de su vida al verla volver tan apresurada.

— ¡Vístete! —alzó la voz exaltando al azabache— Tía Ginny quiere estés decente cuando lleguen los invitados.

— ¿Habrán invitados?

— Unos pocos, no me quiso decir nada.

Ambas chicas salieron de la habitación del muchacho dejándolo para que se arreglara, el azabache miró otra vez a la ventana y caminó sin pocas ganas hacia la ducha, al menos tendría que fingir estar bien por su padre y por todo lo que había preparado su madre. Soltó un suspiro y acomodo su camiseta, hace unos minutos había entrado Lily diciendo que tarda más que una mujer en arreglarse, hoy parecía que todos querían molestar a James con algún comentario, con pasos perezosos camino hacia el espejo dispuesto a arreglarse el cabello pero se vio cubierto de sangre, bajó la mirada asustado a sus manos viendo como estas estaban cubiertas de igual manera, abrió el grifo y comenzó a fregarlas en un intento por desaparecer el rastro de sangre, volvió a mirar el espejo y la palabra asesino estaba escrita en ella.

— ¿James? —el nombrado se dio la vuelta y observó a Fred— ¿Estas bien?

— Yo... —se dio la vuelta observado el espejo limpio al igual que sus manos limpias y mojadas, además de algo rojas por la fuerza con la que había tallado estas— Lo estoy, lo estoy.

— James, si nece...

— ¡Estoy bien! ¡No necesito nada, bien! —gritó y salió del compartimento del baño encerrándose en la habitación, puso sus manos en la cabeza y aguanto las ganas de romper todo. Su cabeza lo estaba volviendo loco, comenzaba a ver cosas, sentía que había olvidado las cosas importantes, no sabía que era lo que tenía y le daba miedo, tenía miedo de que todo lo que estaba soñando se haga realidad, no quería dañar a su familia, ni a nadie.

Luego de unos minutos intentando encontrar paz consigo mismo dejó su habitación, bajó las escaleras de la madriguera escuchando como la risa de su familia y los pocos invitados como había dicho Molly se escuchaban aun sobre la música, desde la ventana pudo ver a su padre riendo mientras abrazaba a su madre, soltó un suspiro y caminó hacia el patio, se dirigió hacia su padre dándole un abrazo, pero se separó al escuchar el grito de Scorpius Malfoy, aquel rubio solía gritar desde varios pasillos el nombre de aquella pelirroja solo para verla avergonzarse o molestarse, porque se veía tierna, James le daba la razón al rubio.

Desde la puerta que conducía al patio logro ver la cabellera rubia de Malfoy abrazando a una pelirroja, conocía muy bien aquella cabellera, a pasos lentos se acercó a la escena viendo como su hermano intentaba alejar al platinado de la chica que reía al verlo así, al separarlo la mirada de la chica se cruzó con la de James y sonrió.

Aquella sonrisa fue suficiente para que James caminara más rápido y la abrazara. Un suspiro de alivio salió de entre los labios del azabache cuando escucho la risa de la pelirroja en su oído. No sabía cuánto había extrañado su risa hasta que la volvió a escuchar. Fue en ese momento en el que James supo que no había nada en el mundo que mereciese tanto la pena como para sacrificar aquella preciosa risa.

— No vuelvas a irte. No me dejes.

Anchor ➳ James Sirius PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora