III. Angeli Dei.

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Nuestra salida se había retrasado indefinidamente. Dei estaba alterada desde la desaparición de Joe y el encuentro del agujero. Habían pasado cinco días, y Anne apenas era ella. Casi no dormía, no entrenaba, apenas comía.
Nadie estaba especialmente bien, a decir verdad. Los pequeño estaban asustados, los mayores confusos y dolidos, y los ancianos preocupados y distantes. Ya no había nadie en la plaza por la tarde, todos estaban recostruyendo el muro o patrullando el bosque.

      Sam se tumbó a mi lado, apoyando la cabeza en mi pecho. Yo tenía la cabeza en las piernas de Beth, quien me acariciaba el pelo con la mirada perdida. Anne daba vueltas de una lado a otro de la cueva, como desde hacía cinco días. No nos dejaban a ninguno ayudar, decían que era demasiado personal, y nos sentíamos completamente inútiles. Anne se pellizacaba el labio continuamente, mirando a la nada mientras los ojos se le llenaban de números.

—Tenemos que hacer algo —dijo, sentándose en mi cama y abrazándose las piernas—. O bien se lo han llevado o se ha escapado, pero tenemos que hacer algo.

—¿De verdad crees que se ha podido escapar? —preguntó Beth— Iba a salir en dos días, sería estúpido por su parte.

—Bueno, pues se lo han llevado —concluyó—. Se lo han llevado y tenemos que hacer algo.

—¿Quién se lo iba a llevar? —preguntó Sam en un suspiro— No hay nadie ahí fuera, él lo dijo.

—Oh dios mío, ¿y si lo dijo porque ya lo sabía? —comenzó a decir Anne, levantándose de nuevo— ¿Y si sabía que había un agujero, y ya había visto el exterior?

—¡Pero que no tiene lógica! —se quejó Beth.

Nuestros días se habían vuelto una continua conversación del paradero de Joe con miles de teorías. Sinceramente, estaba harto. Joe había sido mi amigo desde que eramos pequeños. Descubrió sus poderes conmigo, en el bosque, y siempre estaba a mi lado. Yo sabía que no se había ido; Beth tenía razón, no tenía lógica. Pero, por otro lado, no creía que se lo hubieran llevado. ¿Quiénes? ¿Y para qué?

—Quizás sigue dentro, ¿vale? —dijo Sam, sentándose— Quizás se perdió por el bosque.

—No, es muy listo para eso —negó Anne—. Tienen... Tienen que haberselo llevado.

Me levanté en un suspiro, saliendo de la cueva y apoyándome en la pared de fuera. No podía seguir escuchando les divagar. Anne solía ser la más inteligente de todos, pero todo este tema la estaba desestabilizando un montón. Me senté en el suelo, abrazando mis rodillas, y contemplé cómo poco a poco el sol se escondía. Era la misma posición, en el mismo lugar, que la última vez que vi a Joe.

“No veremos en el otro lado, hermano.”

Era como si lo supiera, como si supiera que no iba a volver. ¿Era posible que si se hubiera escapado? ¿Pero con qué propósito?

El otro lado. ¿Fuera de la barrera? ¿Me estaba esperando allí? ¿Quería que yo saliera con él?

Quizás no pensaba que los sabios fueran a dejarme, y era una manera de marcarme el camino de salida. Quizás debería haberle seguido esa noche. Sí, definitivamente debería haberlo hecho. Dios, si lo hubiera hecho, nada de esto habría pasado. O puede que sí. No lo sé, y prefiero no saberlo.

Oí unas pisadas lejanas, lentas, subiendo por el sendero del bosque. Giré la cabeza hacia su procedencia, y encontré a Elion, completamente serio, dirigiéndose hacia mi cueva con una bolsa de cuero colgándole del hombro. Cuando al fin llegó a mi lado me miró fijamente, haciendo un gesto con la cabeza para que volviera dentro. ¿Llevaría noticias de Joe? ¿Le habrían encontrado tirado en el bosque como había dicho Sam? Me levanté rápidamente, abriéndole la puerta al sabio y sujetándosela para que entrara. Él lo hizo, a paso lento y cansado. Elion debía de tener unos 75 años, pero estaba machacadísimo. Cuando pasamos, todos se callaron. Anne estaba de pie, seguramente dando vueltas, Sam en su cama, sentando, y Beth aún tirada en el suelo.

Knight.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora