51. Amor

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*Este capítulo tiene el triple de palabras que uno normal, pero no quise dividirlo. Por lo tanto, volveré a actualizar el domingo. Espero les guste.

—Al aceptar irme con Jorge tuve que aceptar renunciar al colegio,  de lo contrario mi papá podría encontrarme —continué relatando sin atreverme a mirarlo esta vez—

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—Al aceptar irme con Jorge tuve que aceptar renunciar al colegio, de lo contrario mi papá podría encontrarme —continué relatando sin atreverme a mirarlo esta vez—. Todo tiene un precio, Aslan. Ya mi madre me lo había advertido, y con Jorge lo aprendí. Él trabajaría para mantenerme, pues yo estaba embarazada. A cambio, yo debía atender la casa y ser su mujer todas las noches.

Un dolor se enclaustró en mi pecho mientras se reproducían todas las imágenes en mi cabeza. Mis ojos estudiaron mis manos por varios segundos sin saber cómo seguir narrándole a él la época más difícil de mi corta existencia.

Sentí sus gentiles dedos acariciar mi mejilla, y me atreví a enfrentar su mirada. La miel de sus ojos predominaba ahora, mostrando preocupación y al mismo tiempo, ternura.

— ¿Y qué ocurría si no querías?

—Él lo hacía de todas maneras —contesté dejando escapar un suspiro que causó un espasmo en mi cuerpo. Mis ojos ardían al contener las lágrimas por tanto tiempo—. A veces cuando llegaba en las madrugadas desprendiendo alcohol hasta por los poros, ni siquiera se molestaba en despertarme y saludarme. Simplemente... lo hacía hasta que se cansaba y se quedaba dormido.

»Las primeras veces que me negaba, terminaba agrediéndome igual o peor que mi papá. Así que no me quedó otra opción en ese momento más que aceptar mi destino —tragué fuerte sintiendo un nudo en la garganta—. Algunas noches se disculpaba conmigo y me decía que me amaba. En aquel momento le creí y lo perdonaba una y otra vez, porque Jorge fue la primera persona en dedicarme palabras de cariño en toda mi vida. Luego estaban las otras noches cuando llegaba borracho a la habitación, y solo me quedaba cerrar los ojos y pedirle a Dios, si es que existe alguno, que aquel hombre terminara rápido para no sentir tanto dolor.

Aslan me miró con incredulidad, se levantó de golpe y comenzó a pasear las manos por su cabello con desenfreno. Luego se estrujó el rostro con fuerza como si quisiera apartar de su cabeza todo lo que acababa de escuchar.

Eso fue todo lo que tomó para que mis lágrimas comenzaran a salir.

Lo sabía. Yo sabía que al escuchar mi historia solo sentiría un profundo asco hacia mí. ¿Cómo no hacerlo? Si yo misma lo sentía.

Suspiré y me levanté también, solo que mis intenciones eran distintas a las suyas. Yo me devolvería al Café para ocupar mi mente en el trabajo. No quería enfrentar su rechazo en ese momento, no quería escucharlo decirme que no podía volver a verme. No era tan valiente.

Sentí su mano coger mi antebrazo, pero antes de que él pudiera pronunciar palabra, hablé yo:

—Sé que en este momento te genero repulsión, así que no tienes que decirme que no quieres verme de nuevo. Te ahorraré el trabajo y volveré al Café.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora