Capítulo 04: Clasismo en las alturas.

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"Al fondo destacaban dos grandes chimeneas, vomitando espesas fumarolas de humo negro  grisáceo, contaminando indiscriminadamente el entorno,  cuando aún poco o nada se hablaba de polución; cuando el calentamiento global del planeta era no más que...

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"Al fondo destacaban dos grandes chimeneas, vomitando espesas fumarolas de humo negro  grisáceo, contaminando indiscriminadamente el entornocuando aún poco o nada se hablaba de polución; cuando el calentamiento global del planeta era no más que pura ciencia ficción; cuando contaminar no era sinónimo de daño ambiental"
(Memorias...)
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Al llegar a la ciudad de Calama se bajaron todos los pasajeros, retirando sus respectivos equipajes, cajas, bolsos y maletas; excepto dos cansados "viajantes" que deberían continuar por otros quince kilómetros cerro arriba, por una empinada carretera. Sí, los últimos dos pasajeros: un señor muy moreno, de aspecto reservado, y... este pálido adolescente, con cara de roedor asustado que estaba a punto de pisar, por primera vez, la generosa tierra minera que (al día de hoy) lleva más de un siglo entregando, sistemáticamente, desde sus entrañas, el cúprico metal que ha contribuido hacer de nuestra nación lo que es Chile hoy. El mayor productor de cobre del mundo. Y no lo digo con sentido de patriotismo ni mucho menos. Mientras las variables geológicas, económicas, climáticas y medioambientales lo permitan, no hay problemas. Pero un Chile sin cobre no sería lo mismo.

Por fin llegué a Chuquicamata, eso sí con mucho retraso, casi a las diez de la noche. Al bajar del bus, un viento fuerte, con características de huracán, silbaba a través de los cables del tendido eléctrico. Nunca había escuchado semejante sonido; al menos no con esa intensidad y fuerza. El frío era penetrante y me hacía doler los huesos de la cara; "normal para la época", fue el comentario de quien me estaba esperando (el tío Pedro, él mismo, el suboficial mayor de la institución policial). Rápidamente nos fuimos a casa y allí nos estaba esperando la tía Irene con una reconfortante cazuela de ave, humeante. Fue una exquisita bienvenida. De fondo se escuchaba, bastante bien, un programa de la Radio Minería de Santiago, transmitiendo en onda corta las noticias de "El Reporter Esso".

Fin a la kilométrica travesía. ¡Qué agradable tenderse, nuevamente, en una cama! Y, aunque el frío de abril me hacía tiritar al contacto con las sábanas heladas, el cansancio acumulado y las muchas horas sin dormir, permitieron que el sueño reparador se apoderara de mí, sin pausas ni sobresaltos, hasta que, a la mañana siguiente, el largo e insistente pitazo de una locomotora me despertó cerca de las seis y media. En un principio pensé que me había quedado dormido en el tren, pero mirando a mi alrededor reaccioné rápidamente, dándome cabal cuenta que se trataba de la bulla de un convoy minero que pasaba a poca distancia. ¡Mi primer amanecer en Chuquicamata!

MEMORIAS DE UN MINERO. Con historias en el cuerpo. La novela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora