❈ 17

6.1K 782 114
                                    

          

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

          

Me dije que la realidad era sencilla, demasiado sencilla: dos opciones.

O bien Darshan buscaba a ese tipo para conseguir una nueva identidad que pudiera enviarle lejos de la ciudad y, por ende, de la prisión de la que había logrado huir.

O bien Darshan formaba parte de la Resistencia y acudía a su contacto para informar sobre el transcurso de su misión.

Ante mí se extendían las dos situaciones y podía afirmar cuál de las dos prefería, sin lugar a dudas. La Resistencia era una enorme red de personas que colaboraban con el mismo propósito: libertad. Poner fin a todos aquellos años de sufrimiento al que nos habíamos visto tras la llegada al poder del Usurpador.

Éramos muchos los que trabajábamos en las sombras para conseguir liberarnos de su yugo. Éramos muchos los que formábamos parte de la Resistencia, colaborando de un modo u otro.

Sin embargo, una parte de mí se resistía a creer que aquel chico, escapado de una prisión de alta seguridad, pudiera ser un miembro de la Resistencia. No conocía a todos los miembros, y los altos cargos dentro del movimiento rebelde tenían la obligación de evitar que eso sucediera por los riesgos que existían; todos los rebeldes corríamos peligro en caso de que alguno de nosotros decidiera vendernos al Imperio. No sería la primera vez que algunos de nuestros supuestos compatriotas habrían dado nombres con tal de conseguir favores, un burdo intento de lograr mejorar su vida. O protegerse a sí mismos.

Mi mirada se vio irremediablemente atraída hacia Eo, que podía escuchar claramente nuestra conversación. Mi amiga tenía la vista al frente y los labios apretados; las calles por las que nos movíamos se encontraban tranquilas, con su habitual jaleo. Sin la silenciosa presencia de los nigromantes o los soldados.

Tras lo sucedido en casa del sanador, y que nos había obligado a marcharnos de allí apresuradamente, no contábamos con un refugio donde poder dejar a Darshan. Las salidas que teníamos para tal situación eran escasas y, en el fondo, intentar que Eo le diera cobijo al prófugo en su hogar —con su madre y Cassian, especialmente él— era casi imposible; mi amigo se negaría en rotundo a dejar pasar a un completo desconocido a su casa. Por no hacer mención de la lluvia de preguntas a la que Cassian sometería a su hermana menor.

Contuve un suspiro de exasperación.

Mi padre continuaba estando ausente, atrapado en los problemas que tenía la Resistencia con las tropas del Emperador; con todos aquellos que se encontraban en alguna misión de cualquier naturaleza. Mi casa se encontraba prácticamente vacía, con espacio suficiente para que Darshan no se convirtiera en una molestia.

Pero aceptar que aquel desconocido pusiera un pie dentro de mi hogar era correr demasiados riesgos, y algunos de ellos no muy agradables. Tanto mi padre como yo habíamos tenido la precaución en estos años de no mantener nada comprometido entre los muros de nuestra pequeña casa; no teníamos la certeza de estar a salvo y no podíamos permitirnos que alguno de los perros del Emperador descubriera que formábamos parte de la Resistencia.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora